DOS ESTAMPAS ENTRE DOS AGUAS

Son 21´5ºc los que hacen en la calle. Los pájaros pían alborotados. Abro las ventanas, los veluxes, la casa respira, se airea. El cielo azul cuajado por dos o tres blanquísimas nubes. Me llega un aroma a montaña y a pino. Un matiz azul clarea en una ventana, podría ser el mar aunque está lejos.

ESTAMPA UNO
Él, negro, casi azulado. Luce ese chaleco reflectante verde fósforo y caso rojo con banda blanca y la publicidad de la empresa al frente. Está sentado en la parte de atrás de un Land Rover que lleva la puerta abierta. Aparcado en el mirador de la rotonda, se toma un respiro. Una mujer se le acerca, septuagenaria, enlutada de pies a cabeza, mantilla negra, vestido negro, medias gruesas negras, zapato cómodo negro, pelo negro. Se acerca al chico que descansa apacible y muerde un bocadillo. Ella le recrimina algo, muy seria. Él sonríe con una boca grande, con una sonrisa reluciente. La mujer cabecea, algo renegona. Antes de proseguir su camino le zarandea el brazo con dulzura. El chico ríe, la mujer también. Inicia, de nuevo su encorvado paseo hacia la parte baja de la Villa.
ESTAMPA DOS
Otra mujer, también de negro. Cierra la puerta de su casa. Bajo el brazo lleva una lámina de cartón, un pincel y una figurita. Anda tres o cuatro metros en busca del tramo de sol que se recorta entre las sombras que proyectan las casas. Busca acomodo en el segundo escalón de una escalera que lleva al centro. Sitúa la lámina de cartón en el suelo, se sienta sobre ella. La mujer levanta el rosotro al sol y cierra los ojos. Sólo un momento. Abre el bote, unta un pincel en su interior y comienza a pintar la figura que lleva consigo. Una vecina pasa y saluda.

No puedo buscar, ni quiero, mejor acompañamiento que el que sigue...