domingo, 18 de febrero de 2007

TARDE Y PIC-NIC EN EL CEREZAL

Entre las brumas de algunas resacas y el deber democrático obligado esta mediodía hemos situado nuestro paseo en dirección a El Cerezal. Juanma y Ara, Chucho y Eva, Antonia y un servidor acompañados de Ara junior y Noa, que encabezaban la marcha a trompicones yendo y vieniendo, corriendo, parando, jadeando, saltando, gruñendo... Dejamos atrás la calle Rosal y la calle Rafael Alberti e iniciamos la subida prolongoda y suave por la calle Federico García Lorca. Charlamos, reímos y recordamos las anécdotas de la noche pasada entre faustinos, cunes, disaronnos, revueltos, tortilla, pulpo a feira... Y las posturas de ese libro sagrado del sexo que todos conocemos y nadie practicamos... Paseamos tranquilos, disfrutando del sol y del calorcito intenso del mediodía. Cruzamos palabras y saludos con vecinos que suben y bajan y llegamos, sin darnos cuenta, al lugar ya descrito en esta bitácora que es El Cerezal. Noa y Ara junior juegan entre los arbustos, juegan por el cauce seco del río, juegan por las pistas marcadas por las motocicletas. El trío masculino cruzamos el túnel que pasa por debajo de la autovía hasta el otro lado. Siempre iluminado y con tinieblas más o menos espesas. Llegamos de nuevo a la luz y certificamos que desde allí hay una trocha que sube zigzagueante hasta el refugio de Juanar. Por si había alguna duda vemos un letrero herrumbroso que así lo certifica. El trío femenino reposa y conversa. Situamos manteles y toallas por el suelo, repartimos los panes y los peces (transmutados estos últimos en latas de bonito que nos han traído recuerdos de infancia y de mili), croasanes rellenos, salchichón, queso, ensaladilla rusa, patatas fritas, chocolate... Y entre bocado y bocado pasamos el rato. Después de comer damos una vuelta por los alrededores y confirmamos el estado de deterioro en el que está sumido El Cerezal. Una pena. La casona abandonada, amontonada sobre sí misma, las parrillas y el horno rotos. En Fin. Y eso que la virgen del Pilar todo lo vigila desde una hornacina situada junto a las raices de un árbol. Nos amodorramos, jugamos con Noa y Ara junior, tiramos un par de fotos. El sol cae, comienza a hacer un poco de fresco. Decidimos regresar. Entre abrazos. ladridos y llantos perrunos decimos: - Hasta esta semana - Que lo paséis bien en Murcia si no nos vemos - Adió, adió, adió. Un par de claxones de coche. Agitamos la mano. Antonia y servidor llegamos a casa. Nos quitamos las ropas, nos acomodamos... Recibimos una llamada telefónica: - ¿Estáis en casa? Diez minutos más tarde recibimos a Mari Carmen, Osman y Salim... Tomamos café de Ruanda, vemos vídeos africanos y reímos las monerías del crío que cada día está más guapo. Así se nos pasa el día.




3 comentarios:

Anónimo dijo...

¡que envidia en El Cerezal!Voy a ir con zapatillas deportivas, aviso...y que penita dan Juanma y Carlos ahí tirados.Y nosotros aquí todo el día chupando agua...

Anónimo dijo...

penita?. Eso no es pena! eso es envídia!. Envidia sana, pero envidia...

Anónimo dijo...

que ganastengo niño de estar alli contigo para poder escuchar a Paco tomando una cervecita mientras miramos por la ventana.
un beso