LLEGAN JUANA Y BENJA

Y como en aquellas películas antiguas de Paco Martínez Soria, han llegado y llenado la nevera con morcillas, txistorra navarra, tres chuletones de buey, txakoli de Gernika, queso del MoNcayo. LLegan Benja y Juana y con ellos, tranquilos, despejados, he desgranado una mañana sentados en la terraza del bar El Norte. Solecito, templanza, futuro, presente. Charlamos, sin parar. Trasegamos un par de cervezas o cinco. A ellos esta mañana también les ha despertado el pájaro. Mañana de anochecida larga, convertida en madrugada después de contemplar el Cautivo y Santa Marta en Marbella hasta altas horas de la noche. Se impresionan. Los hombres de trono agachados para sortear los cables y las ramas de los árboles, las marchas procesionales, las velas, los capirotes. En Bilbao los tronos tienen ruedas y las velas son de esa luz eléctrica que asemeja una llama. Sólo la procesión del Nazareno, también conocida como la de Las Cortes o la de las putas relumbra con nombre propio en la capital vizcaína. La procesión transcurre por el barrio chino, repleto de prostíbulos, donde las meretrices antiguamente cantaban saetas a la puerta de los puticlubs, única noche del año que no trabajaban. Aquí son diferentes, con otros ceremoniales, con otras particularidades. Esta noche veremos más en Marbella, quizá mañana en Ojén (donde, por cierto hace un tiempo espléndido, cielo azul, sol templado, brisa refrescante....).