NOSTALGIAS, TURISTAS Y CERROS ENNIEBLADOS

Dejo atrás la populosa Marbella para adentrarme en el teritorio de nieblas y brumas que es toda esa sierra que va desde La Concha hasta el Cerro Nicolás, que se presiente más que verse. Un terreno que me devuelve el trino del pájaro, a los niños jugando en la calle y a ese hombre acariciando las últimas naranjas de la cosecha con tanto primor y mimo como si de amantes se trataran. Por contra está Marbella, una Marbella que multiplica su griterío y su prisa por cien, por mil. Turistas. Nacionales, extranjeros. Todos ellos a la búsqueda de una arcadia féliz exportable para siete días y que, sin percatarse, sin quererlo, sin proponérselo, con su presencia estrujan hasta la extenuación. Les veo despistados, haciendo compras como si un mal de hambre y posguerra les asolara. Otros lucen mapas entre las manos, miradas interrogantes, algún adolescente cruza los brazos y tuerce el gesto (quizá prefiera Madrid o Bilbao, quizá la urbe vaciada en estos días de recogimiento).
Ya en casa.
Juego al gato y al ratón con la lluvia y los veluxes. Cierto aroma de arroz y bacalao cuaresmal y purificador impregna el aire. No me disgusta. Abro y cierro al son que me marca la lluvia. Hoy descanso de mis obligaciones y voy al cine y espero a Antonia y escribo en el blog y leo las últimas páginas de Saramago. Recuerdo a mis amigos, a unos y a otros, tan distintos y de tan distintas procedencias. A parte de mi familia. Sara en Barcelona. Miriam camino de Livorno. Dani y Pantxi en Valderas. Juana y Benja haciendo petates. Daniel vigilando Barakaldo. Feli, Marga, Maider, Nuria, Txutxi... Los gallegos en Santiago. Ahora me tomo un café asomado a la escueta ventana: - Pabloooooooooooooooooooooooooooooooooooo, llama la madre. El niño corretea con su minimoto de arriba abajo en la calle Rosal. Adiós paz. Me pondré los auriculares y un disco de jazz, quizá Chet Baker para mecerme con la candencia de la nostalgia... But not for me........