YA NO TOCAN LOS PÁJAROS

Dos clavos. Dos palillos de comida china. Una cinta de casete. Un martillo. Celo. Una escalera de mano. Transformado en un émulo de Christian Bierhoff, creo haber puesto fin al despertador natural que todas las mañanas me trae del sueño profundo a la realidad de calores ahogados a base de plonc-plonc-plancplancplancplancplanc-plonc-plonc... Comenzó siendo un detalle bucólico ese alegre pajarilo que apenas despuntado el sol se acercaba hasta el velux de la calle Rosal y tocaba y tocaba y tocaba el cristal con su pico. Después la anécdota se transformó en fastidio, cada día ese gorrión (o jilguero) tocaba unj poco más pronto según la noche se acortaba... ocho, siete y media, siete, siete menos cuarto... Consultamos a los expertos en el campo y todo eran soluciones fatales... Emborrachar alpiste con Marie Brizard y dejar que la bandada de pájaros lo degustara hasta caer redondos... Emplear una varilla con liga para dejarles pegados... Emplear trampillas para pájaros... Incluso utilizar una escopeta de plomillos... Antonia y servidor no deseábamos soluciones tran drásticas, así que recurrimos a ese pozo de sabiduría que es google en internet... Y ahí hallamos la solución. Práctica, limpia y presuntamente eficaz... Tiras iridiscentes... Tras cavilar me puse ayer manos a la obra... Abrí el velux, clavé dos clavitos entre la masa de las tejas, uno a cada lado de la ventana, a este clavito le añadí pegado con celo los palillos de comida china y a los palillos de comida china, la tira iridiscente de la cinta de casete que me había dejado Juanma... Con la brisa se mueve y produce ciertos brillos... Esta mañana los pájaros no han tocado en la ventana... Aún no me atrevo a cantar victoria... Veremos mañana...