miércoles, 25 de julio de 2007

BARCAROLA OJÉN

Atribuimos nombres a nuestros hogares. Personalizamos su pared esquiva, su puerta de herrumbre, su faz desgastada. Les llamamos con los nombres de nuestras abuelas, nietos, poemas, anhelos. Trasladamos su espíritu y el de sus moradores a un nombre propio, porque propio es. Les situamos en el mundo, más alejado del número 3, 4º Izq o del número 5, bloque 2, Puerta D, escalera B. Les nominamos y así adquieren una cualidad nueva y distinta, personalidad, vida.... Y así surge El Recreo de Maruja, que mira hacia os barrancos con sus rejas y columpios y tonos verdes. O más adelante La Moncloa, de la que aquí ya se habló, y que sitúa a sus propietari@s próximos a la ironía. O El Cercaíllo, que casi aspira a serlo teniendo las paredes de ladrillo grueso. O Al mal tiempo, buena cara que apela a ser refugio contra maldades ajenas, cita de optimismo trocada en hogar. O Villa Loli, que es rectangular, sólida, y con un emparrado que la protege de la canícula. Y muchas más y más curiosas y estrambóticas que en un paseo observé y olvidé anotar pese a mi memoria frágil. Referimos nuestros hogares con estrofas, residencias presidenciales, metas oníricas y gritos reivindicativos, con evasivos nombres de mujer y etiquetas de pecado, con referencias geográficas, topográficas, faunísticas... Antonia y yo siempre hemos llamado a nuestra casa Barcarola (en honor a Pablo Neruda) , aquí en Ojén o en Barakaldo o en Castro Urdiales... Un poema la preside siempre y Barcarola es donde nosotros estamos, con las puertas abiertas, siempre.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Qué bien se está puertas adentro de Barcarola!.Confirmo.Gero arte.