Veo el reflejo de una luz allá ariiba, y también allí, justo enfrente. Un reflejo anaranjado, un sol diminuto que pone un pespunte de color en esta cerrada noche ojeneta. Me llegan ecos de algunas voces animadas que charlan alrededor de una copa apurada o de los vestigios últimos de una buena cena. Veo cómo iluminan sus terrazas con velas y hachones, con luz tenue, guirnalda colorida que enmarca sus rostros y varandas. Hoy no ladran perros, sólo un gallo a destiempo. Es madrugada en Ojén y se respira algo del fresco de la brisa. Me mantengo firme apoyado en el alféizar. Respiro la intensidad de la albahaca y la hierbabuena mezclada con esta fragancia nocturna de campos redivivos y pinares cercanos. Sobre una ventana cerrada observo los destellos de una televisión encendida y algo más allá otra. Fogonazos azules y verdes, los negros intermitentes, el verde que regresa... Ven el mismo programa tras los dos ventanales... La silueta d euna mujer se dibuja en una de las terrazas, se agacha, una luz se apaga, y otra, y otra... Antes de meterse de nuevo en casa se queda un momento fugaz asomada a su balcón desde el que seguro se verán los destellos brillantes del Mediterráneo. Después despacio, se sumerge en las tinieblas. Permanezco un rato en el quicio de la ventana. ¿Cómo era Ojén hace 50, 60, 70 años, qué silencios se respiraban, que voces se escondían?... Respiro y regreso al lugar de donde vengo...
NOTA: Algunas dudas del Ojén de antaño quizá se solventen esta noche, a las 21:30 en las Cuevas... la presentación de Memoria Gráfica de Ojén...
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