lunes, 23 de julio de 2007

OTRO OJÉN, ENTRE PISTAS

Polvo y entrepinares. Y las chicharras batiendo sus alas y creando el sonido que pespuntea los paisajes mediterráneos en las canículas del verano. Dejamos a mano derecha el cementerio nuevo y continuamos los pasos por sobre un camino de pista y tierra, salpicado de huertas y casas aquí y allá. Azules y albero, blancas otras. Plantaciones, algarrobos y algunos frutales. La furgoneta desprende tras de sí una cortina de humos blancos y piedras rotas. Giramos y retorcemos, buscamos el punto más alto, la atalaya, el cerro otero desde el que observar el mar. Encontramos un manatial y el frescor soseganta de una sombra, justo en el paso del Puente de Cordobachina. Pero continuamos hacia adelante y encontramos entre las soledades de los pinares, las indicaciones que nos llevan a dónde no pensamos ir. Y de pronto aquellas dos mansiones blancas y amarillas, incomunicadas en su nido de águilas, cercadas, con la seguridad y la vigilancia del que tiene miedo de ver su propiedad asaltada. Sólo se comunican con el exterior gracias a través de las pistas forestales. No se ve una leve movimiento en su interior. Nada. Silencio y chicharra. Vemos una indicación: La Mairena, Juana Díaz, Villena, Los Molineros, Jobretín, Villena, Marbella... Tomamos dirección Marbella y procedemos al descenso vertiginosos entre las vueltas y las revueltas y mordiendo el polvo de lso caminos. Encontramos barrios sin nombre conocido, caserones agostados, construcciones alpinas y mansiones fortificadas con muros blancos. Todo lo vemos mientras descendemos. Antonia conduce y aprieta el volante. Juana y Benja apuntan el detalle, yo miro con avidez. Es una paisaje extraño para los cuatro. Nos hacemos preguntas, y vemos esta parte del Ojén menos visitado por la pléyade turística. Un mundo de acceso algo escabroso, mundo de chicharras y miardas hacia el esquivo Mediterráneo.


NOTA: Ayer, desde la piscina, vimos en el horizonte de la Mairena, de Elviria, una columna de humo gris tiznando el aire. 24 horas antes paseábamos por allí y observábamos los vestigios de otros incenmdios viejo, los pinos renegridos, las piñas supervivientes... Pena.









1 comentario:

Anónimo dijo...

A mi me encantan los descubrimientos aunque tenga que pasar un amaguillo de yu-yu entre los vericuetos.Siempre merece la pena.Gero arte