EN OJÉN DE CUADROS, ESTUDIOS Y MÉJICO

Es uno de esos estudios personales, más desorganizado que en orden, con algunos cuadros aquí, otros recortes allá, alguna herramienta sobre una mesa tapizada de collages de revistas. Es pequeño, apenas una sala y algo más, forma un rectágulo dentro del patio de la propia casa y tiene uno de esos horarios ambiguos que depende más de la presencia del dueño que del habitual sentido comercial. Más un cubículo de artista que tienda. Acudí hastá allí a procurar un bastidor para un cuadro que Iris había traído de vuelta en uno de sus viajes a Méjico. Un óleo en el que se ve una mejicana de espaldas, brazos en alto adorando, casi, a un enorme florero de girasoles. Es un puritito color. Juana y Benja toman el primer contacto y me facilitan su tarjeta: - Estará preparado en unos días. Así es. Hablo por teléfono con Antonio Aznar (ese es su nombre), propietario a la sazón de OjénArte y quedo en visitarle la misma tarde de ayer. Tiene el estudio en la calle Charcas 29, apenas un recodo. Cuando llego le saludo por la ventana - ¿Antonio? - ¿Israel?, me abre la puerta de su casa y me da un caluroso apretón de manos. Paso dentro, observo con atención y charlamos acerca del cuadro. - Tiene cierto aire a los murales que pintaba Diego de Rivera, - Puede ser, en el color, en la figura... Me explica las vicisitudes técnicas que se ha encontrado a la hora de colocar el cuadro en el bastidor, le escucho atento. Charlamos un rato más y, adiós. Aquí se acaba el relato. Me dirigí con el cuadro bajo el brazo hasta la furgoneta y ya está colocado en una de las paredes de casa. Las cosas pequeñas, una charla delicada sobre cuadros y pintores mejicanos, un paseo con un óleo bajo el brazo.