Bitácora y cuaderno de viaje y andanzas. La vivencia de Ojén y Marbella, atalayas sobre el Mediterráneo. Punto de encuentro y foro común para los amig@s que en la vida tenemos.
miércoles, 8 de agosto de 2007
MATINAL OJÉN
Ofrece treguas la canícula estival. Treguas de relente en la madrugada que obliga a cubrirse con una sábana fina, treguas para las albahacas y las hierbebuenas de mi ventana, que respiran sin asfixiarse y lucen más lustrosas con su hoja brillante. A esta hora de la mañana casi puedo ver cómo se evapora el mínimo rocío mañanero que cubre el alféizar. Se agarra a él como un superviviente, pero termina yéndose. Ojén se despereza poco a poco y acerca sus sonidos habituales. Se ve una luz allá arriba, en una de las terrazas del Chifle que anoche vivía de fiesta tranquila y restos de barbacoa. Un olvido. Veo a una mujer asomada en un balcón, café en mano, mira lo que intuyo será el mar, dos o tres pájaros persiguiéndose en carrera enloquecida, un coche que circula despacioso camino del manantial con los faros encendidos... Y en esto oigo de nuevo la llegada cansina del mosntruo, cómo asciende asmático la cuesta del paseo del Chifle, como tuerce a la izquierda una vez y a la derecha otra, calle Rosal arriba y le veo a aparecer y la magia del frescor matinal se rompe. Cierro la ventana, sintonizo la radio y regreso a la realidad que me ofrece la vida radiada.
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