lunes, 3 de septiembre de 2007

ECO DEL OJEANDO III

Tendría algo más de setenta años. Se paraba, apretaba los dientes y se tapaba los oídos con el dedo anular, semicerraba los ojos y así, de esta guisa, y vestida de rosa palo, pasaba, casi corriendo por delante del escenario de la plaza donde cuatro chavales aporreban parches y guitarras haciendo versiones de ACDC. El resto del público coreábamos los estribillos y algún valiente incluso levantaba la mano haciendo cuernos. La música que no amansa a las fieras. Antes habíamos degustado amargos zumos de cebada en solitario y en buenas compañías, adquirido alguna marroquinería que lucir,visitado los múltiples escenarios en los que se desarrollaba el festival y comido shawarma picante de pollo para silenciar a los estómagos hambrientos. También habíamos saludado a nuevos buenos amigos entre apretones de mano, presentaciones y abrazos. Rematamos el día festero, que comenzó sobre la una del mediodía, sintiendo la sorpresa del pellizco del frío nocturno en la piel mientras escuchábamos la Gomes Trío Band, transformada en Cuarteto y que interpretaron algunos clásicos de jazz como Sidewinder o Caravan. Luces como guirnaldas iluminaban la cueva mientras el olor a pincho moruno y el retumbar del contrabajo en lo más profundo del estomago aconsejaron la retirada. Hoy, imagino vivirá con algo de resaca, entre el aseo de sus calles y la recomposición de sus lugares. Algun@s vecin@s respiraran aliviados y se quitarán los tapones d elos oídos para dormir, otros, quizá la señora vestida de rosa palo, eche de menos a los peludos que le hicieron reverdecer el cuerpo, qui lo sa.

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