sábado, 1 de septiembre de 2007

ECO DEL OJEANDO

Esta mañana he encontrado un Eco del Ojeando dentro de la cafetera. Estaba allí, calentito y adormilado. Roncaba ligeramente. Le he cogido con al punta de los dedos, me lo he puesto sobre la palma, he abierto la ventana y he soplado. Allí se ha ido, revoloteando, en busca de otro lougar donde cobijarse hasta esta noche. Imagino que ese Eco del Ojeando se colaría ayer noche por alguno de los veluxes. Con los ojos abiertos, tumbado sobre la cama, veía cómo entraban por uno y salían por otro con su bullanguerío, sus notas, sus colores, sus acentos. Con su caricia apenas me quedé dormido. Y es que, emulando a Hemingway, Ojén era una fiesta ayer noche. Desde la rotonda ya se escuchaban las guirnaldas de colores que lustraban la Villa. Llegaban ecos latinos por el valle abajo recorriendo los caminos de asfalto y de tierra. El Museo del Molino, iluminado, parecía vestirese de boda Mediterránea. Algo de todo ellos se colaba por los veluxes, de esa música a colchada por al distancia, de ese sonido sordo de parrandas y sones. Tened cuidado, porque ese Eco del Ojeando que esta mañana he descubierto dentro de la cafetera podría colarse en alguna de vuestras casas...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Y ha llegado hasta la mía de Barakaldo.ya decía yo que hoy el café tenía un sabor especial...