Esta madrugada ojeneta, mientras el día despuntaba por el horizonte, he visto media luna pintada en el cielo. Se encontraba suspendida sobre el fondo azul oscuro con un trazo limpio y blanco. Presencia fantasmagórica, etérea, volátil... Tras ella, las estrellas, que titilaban con sus guiños imposibles. Una aparición. De pronto estaba allí, solitaria, como mecida por la brisa nocturna. Se balanceaba, despaciosa... Y me trajo a la mente un cuento de Enrique Anderson Imbert:
"Luna
Jacobo, el niño tonto, solía subirse a la azotea y espiar la vida de los vecinos. Esa noche de verano el farmacéutico y su señora estaban en el patio, bebiendo un refresco y comiendo una torta, cuando oyeron que el niño andaba por la azotea.
- ¡Chist! - cuchicheó el farmacéutico a su mujer-. Ahí está otra vez el tonto. No mires. Debe de estar espiándonos. Le voy a dar una lección. Sígueme la conversación como si nada... Entonces, alzando la voz, dijo: - Esta torta está sabrosísima. Tendrás que guardarla cuando entremos: no sea que alguien se la robe. - ¡Cómo la van a robar! La puerta de la calle está cerrada con llave. Las ventanas, con las persianas apostillada. -Y...alguien podría bajar desde la azotea. - Imposible. No hay escalera; las paredes del patio son lisas... - Bueno: te diré un secreto. En noches como ésta bastaría que una persona dijera tres veces "tarasá" para que, arrojándose de cabeza, se deslizase por la luz y llegase sano y salvo aquí, agarrase la torta y escalando los rayos de la luna se fuese tan contento. Pero vámonos, que ya es tarde y hay que dormir.
Se entraron dejando la torta sobre la mesa y se asomaron por una persiana del dormitorio para ver qué hacía el tonto. Lo que vieron sue que el tonto, después de repetir tres veces "tarasá", se arrojó de cabeza al patio, se deslizó como por un suave tobogán de oro, agarró la torta y con la alegría de una salmón remontó aire arriba y desapareció entre las chimeneas de la azotea."
5 comentarios:
Precioso el cuento.Con qué facilidad llamamos tontas a las personas.
En la calle Zubiaurre ha aparecido un considerable cargamento de Famobil.Bezos
Anónimo: ¡Y tanto! es un relato un tanto peculiar en este autor, que suele cargarlos de finas ironías. Aún con todo, es un cuento potente. También la moraleja.
Juana: Los Famobil y Playmobil son un especie en peligro de extinción así que habrán de ser guardados como oro en paño!!!
israel:El cuento me sonaba pero me ha encantado leerlo.¿Quiénes son los tontos?Cuanta tontería pero cuánta tenemos...
tranqui, de buena tinta sé que no están en extinción ni de lejos. jon ya tiene el coche, el avión el submarino....
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