LUNA MORA

Corrían aquellos mares de velas encendidas, como faros salvadores para los extraviados. Todo era penumbra y susurro. Los visitantes parpadeaban y dejaban su mirada perderse en el ambiente tejido a fuego por las bujías cerúleas. Las marroquinerías y artesanías espejeaban bajo la luz densa y ténue. Todo era cielo y noche y estrellas y candelas encendidas en las esquinas. Ayer serpenteamos por las carreteras finas de la Sierra de Las Nieves, seguimos el rastro iluminado de otros vehículos precedentes y llegamos a Guaro donde la luna morisca e intangible nos iluminaba desde el éter con la timidez de los protagonistas obligados.  Luna lunera cascabelera, que decía la canción.  Los alféizares dibujaban sus resplandores con las lamaparillas de cera prendidas, las calles pintaban siluetas de la buena nueva y signos imposibles se grababan a fuego por entre las esquinas. Así las antorchas servían de guía y los aromas del falafel, de las barbacoas transoceánicas, de las mieles morunas y los apretados ibéricos hacían las veces de maestro de ceremonias. Se entretenían también los niños con un mago cómico y los mayores con las degustaciones de los productos de la tierra. Como un Hamellin de cuento moro seguimos ayer noche la senda marcada por las velas hasta perdernos en la oscuridad del camino de regreso. Sólo faltó la banda sonora prometida y la voz melancólica de Teresa Salgueiro.