LOS AÑOS DE BICICLETAS FLORECIDAS

Su camiseta roja flameaba al aire y dejaba al descubierto su morena espalda. Llevaba en su boca una sonrisa beatífica y cierto aire osado y burlón en la mirada. Corría el niño cuesta abajo con su bicicleta, una de esas bmx de las que se estilaban en los ochenta... Orbea, Torrot eran dos de sus marcas... Pedaleaba cuesta abajo y alcanzaba más y más velocidad en cada trecho...  Llega hasta el final de la cuesta y se pierde tras un derrape y una esquina. Fue una visión fugaz, un instante de recorrido nimio en el tiempo, cien metros apenas de descenso abocado a la curva sin visibilidad.... En el momento de pasar a mi lado he notado como el aire movido por su andadura me golepaba el rostro. Parecía feliz. Como la famosa magdalena de Proust, así me recordó ipso facto los caminos recorridos por el SanBartolomé del Puente Roto, las cacerías de renacuajos, las pistolas de pinzas, la velocidad, los derrapes sobre la tierra, las heridas eternas en las rodillas, los bocadillos de la merienda, la primera comprensión del mundo, las uve grande y la uve pequeña, la marisma pestilente del río Castaños, las montañas de neumáticos, los secretos escondidos tras el desgüace de los coches, las niñas enemigas,  las amistades forjadas imborrables y aún permanentes de aquellos tiempos, draculín, las chapas, el sancheski, jugar a choque, el muro, el hinque...  Los años de bicicletas florecidas.

Y para matar la nostalgia el siguiente vídeo. Por favor, aquellas personas de mi generación, vedlo, por favor, es un horror, ¡¡jaja!!