RECORDATORIO DE PECHO ENEBRAL

Un otero cortado en su cima por el rotundo azul del cielo. Así, hacia el sur,resplandecía el Mediterráneo, impoluto de brumas hostiles. Y así, hacia el norte, reverdecía el esplendor de la Sierra de las Nieves en otoño. Se asemejaba aquella situación a un simulacro de purgatorio en la tierra donde sólo con estirar los dedos podrías rozar con su yema alturas celestiales y sólo con descenderlos amasar con la tierra seca los panes del hambre nueva. Un otero, una atalaya de horizontes certeros donde situar los barcos de la imaginación, las leyendas de los antepasados, las historias creadas para ser oidas. Se respiraba allí un aire nuevo, un compás sutil de la brisa sobre nuestras cabezas, y los espejuelos del mar al fondo. Con las botas repletas del polvo del camino, las piernas fatigadas por el ascenso, el corazón henchido de flora y la mirada esquiva de fauna, pergeñamos allí un avituallamiento montero de frutos secos y castañas, agua clara para el gaznate y sol para la cara.
Todas las imágenes y las sensaciones quedan aparejadas al subconsciente, alojadas en ese almacén de emociones del que extraer la mirada precisa, el aroma perfecto. Todo esto fue el sábado y al escribirlo y cerrar los ojos aún me siento en la cima del Pecho Enebral.

NOTA: Parece que hay algún problema con los comentarios. Si queréis dejar alguno escribid el comentario como lo hacéis habitualmente y una vez escrito, firmad en el mismo cuadro de texto con vuestro nombre. Después en lugar de pinchar en nombre y dejar ahí vuestra firma, pinchad en anónimo y a publicar comentario. Gracias por vuestra colaboración. Cuando el problema esté superado os lo comunicaré.