SOL GÉLIDO

Días de espectros esquivos, de miradas bajas, de rostros quemados por el frío, de cielos amarillos y amenazantes... Desde los silencios últimos de este blog el frío parece haberse adherido a la piel como una delicada y gélida capa, una adhesión que humedece los huesos y los ojos y la punta de la nariz. Así, los ojenetos buscan refugio en el interior de sus casas al amor de la lumbre eléctrica o de las brasas perfumadas de naranjo. Quedan las prendas impregnadas de ese aroma de pueblo adentro, de entorno rural, de vivencia antigua, y la piel se torna roja cuando las manos se frotan ante la aviesa y templada mirada del fuego. Las mujeres corretean por las calles para ir de un lugar a otro, huyendo de los fríos imposibles, y un puñado de hombres mayores busca el sol y su guía en la plaza, así mueven sus rostros al compás que les marca el astro pálido. Los nubarrones negros acomodan sus posiciones sobre el Cerro Nicolás durante la noche y agitan sus múltiples jirones con el baile que les marca el viento embravecido. En la mañana, aún permanecen amenazantes y subyugadores, poco a poco según entra la luz por levante se refugian y esconden en la sierra dando paso al reino incómodo de un sol gélido que no calienta. Se asientan los tiempos de la bufanda.