CARNAVAL - CARNESTOLENDAS

De la mano iban los esperpentos y los rijosos, los de finura elegante y los más bastos, los de sensualidad exagerada y los de completa recatadura, los de jolgorio y pandereta y los de recogido misticismo... Vivió así Ojén los carnavales propios con desafío de fríos incluidos y el ánimo cálido de la vergüenza superada entre las risas generalizadas, los aplausos comedidos y algunas gargantas ya destiladas por el trajín de los alcoholes. Subieron los niños y niñas al escenario luciendo portes de monstruosa dignidad, polluela idiosincrasia, digna majestuosidad o níveo silencio de geishas... Los adultos ya fueron otro cantar de vítores y palmas y arrullos y reivindicaciones, de trapisonda fiesta que puede con la dignidad para acabar en premio... Así cubrimos nuestros cuerpos con las telas que no nos corresponden, con los disfraces que inventamos, con la fiesta reinante y con la mutación de esas vergüenzas en otra cosa. Reímos y bailamos y reivindicamos, todo en uno, y quizá por eso al Club de Lectura de Ojén (todos pertrechados de coraza de cartón) nos dieron un tercer premio... Y los disfrutamos.