AMARILLO

Una explosión de amarillos jalonaba las laderas cirdundantes a Los Caracolillos. Amarillo intenso, vívido, profundo. Las jaras exultantes de fragancias se adornaban con sus flores y toda esa montaña se asemejaba a un intenso tapiz fraguado en un atardecer de primavera. Y el aroma. Dulce e intenso perfume de flores que festoneaba con intensidad el paseo más allá de la higuera. Discurrían los paseantes bajo este manto dorado, como figuras de una paisaje del Van Gogh en Arles, figuras estáticas bajo un extático cielo. Cuajado de flores amarillas, el paisaje se tornaba denso y abrumador, la luz se contagiaba de esta intesidad dorada y formaba una película de tonos amarillos sobre la mañana. Cerrados los ojos, más allá del párpado propio se intuían los dorados. Cierro los ojos y así permanezco, con la ilusión del sol en mis ojos y el calor de la tarde amarilla temblando en mi rostro.