martes, 24 de marzo de 2009

UN HOMBRE FUMA EN LA MADRUGADA

Cinco y media de la mañana, una lluvia medrosa y fútil toca en las ventanas. Gotas gruesas y desparejas que caen aquí y allá y que apenas levantan polvo del suelo. Ni tan siquiera han supuesto una bocanada fresca para el campo. Aún así, en pie y armado con la barra que nos permite correr las persianas de los veluxes, me he asomado al alféizar. Me asomo a la calle, silenciosa y perfectamente vacía y allí permanezco varios minutos. Observo el perfil de la sierra a la luz de la luna, intuyo las farolas de la calle azahar algo más abajo, mito hacia Rafael Alberti y allí, asomado al balcón de un tercer piso, veo a un hombre enfundado en lo que intuyo es un pijama largo. Se acoda sobre la barandilla de la terraza y mira mucho más lejos de la calle Rosal, hacia el mar, y fuma. Una calada, otra. Tras de él, el interior de la vivienda permanece a oscuras, ni un pequeño resquicio de luz se escapa. Otra calada. Miro sin disimulo, intentando buscar su historia, algún dato más que me aporte su modo y forma de apoyarse, la manera de fumar, el lugar hacia donde mira. Nada. Sólo es un hombre fumando a las cinco y media de la mañana. Continúa mirando el horizonte y las gruesas gotas de lluvia caer. Otra calada. Cuando me dispongo a cerrar la ventana, observo que está descalzo.

2 comentarios:

david dijo...

yo a esa hora estaba dando un biberón.. pero tú que hacías despierto alma de diosss!

Anónimo dijo...

Pobre hombre.No le dejarán fumar en casa y tiene que aprovechar cuando la familia está en el sueño de los justos.Y a propósito,Israel...¿A las cinco y media de la mañana es cuando vienen las musas?