viernes, 24 de julio de 2015

Una forma de leer el mundo



Son apenas una fila de hormigas negras sobre un desierto blanco de papel. Apenas unas filigranas, unos signos, símbolos extraños, un sentido abstracto de lo que nos rodea. Y pese a no ser nada más que eso, o todo eso, son capaces de zambullirnos en el mar más profundo, ignoto y desconocido.

La lectura, los libros, siempre me han parecido un prodigio, un truco espectacular, una especie de conjuro, de mágico hechizo. Las palabras conjuntadas unas con otras, complementarias y contradictorias, capaces de construir en la mente del lector un mundo, una vida, una paisaje, una escena, una fotografías, más aún, un sentimiento, una emoción. 

El milagro de la lectura, una arquitectura que se construye sobre el vacío de la imaginación.

Desde que aprendí a leer, me recuerdo todos los días de mi vida con un libro en la mano. No tengo la revelación de saber cuál fue ese primer gran libro que me hizo abrir los ojos y me cautivó definitivamente, probablemente sería la conjunción de muchos. Quizá El Pirata Garrapata, o Fray Perico y su Borrico, quizá… en aquellos libros naranjas del barco de vapor que me llevan directamente a la infancia. Quizá Poeta en Nueva York o el Romancero Gitano o cualquier verso suelto de Aleixandre o Neruda, pusieron las notas de mi primer amor. También Stephen King, imán colérico de terror en la adolescencia. Quizá Vázquez Montalbán, Camilleri, Vargas con su tinta negra. Quizá Baricco, Carrere, Echenoz con acento europeo. Y más allá del mar, quizá Vargas Llosa, Rulfo, Galeano y García Márquez con acento sudamericano. Quizá Cormac Mac Carthy, Steinbeck, Raymond Carver de Estados Unidos. No pueden faltar entre mis dudas, quizá, Ana María Matute, Ramiro Pinilla, Muñoz Molina, Miguel Delibes, Kirmen Uribe…. Y digo quizá porque mi memoria desdibuja mi paisaje de lecturas y las mezcla y las confunde y las superpone unas a otras en un cóctel de locura literaria.

Nunca me he agobiado en mis elecciones, nunca he querido dejarme llevar por los listados ni por la obligatoriedad de algunos títulos que se consideran imprescindibles, me he dejado llevar por la intuición, por las apetencias, por los gustos afines de terceros… Y he construido en mi mente un enorme y precioso collage, un mapa, un atlas de mis lecturas, y por ende, también de mi vida.

La lectura, la literatura, son un milagro, un conjuro, un hechizo, una forma de leer el mundo.

SER Marbella Costa del Sol, La Firma
23/JUL/2015

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