En los mapas antiguos, cuando la ignorancia y el miedo se
daban la mano, lo que había más allá de la tierra conocida no se dibujaba, no
se dibujaba porque simplemente no existía. Si los más osados deseaban hacerse a
la mar rebasando aquel límite imposible del fin del mundo, de aquella
finisterrae, los cartógrafos les hacían desistir pintando dragones y monstruos
marinos que les ahuyentaran y que alimentaran las leyendas y el temor a lo
ignoto.
El miedo a lo desconocido.
El miedo a otra realidad. El miedo a lo nuevo. Tantas veces nos
paraliza.
La zona de confort nos ofrece una vida amable, apacible,
tranquila, templada, reposada, sin excesivos sobresaltos. Un matrix de
cotidianidad en el que podemos sobrevivir sin ajetreos o con los ajetreos
justos, con los ajetreos tolerables. Es una zona pintada de verde, reconocible
y auténtica. Cuando algunos individuos se plantean rebasar esa zona de confort,
dar un paso más, el entorno recuerda la existencia de dragones, de abismos
insondables, de peligros inminentes, de bestias feroces dispuestas a triturar a
los temerarios. Aquellos individuos
contestan que se armarán de espadas, de maromas sinfín, de escudos y armaduras,
de valentía y de locura, que osarán poner un pie más allá, un pie fuera de su
zona de confort, del lugar que parece les hace sentir seguros e invulnerables.
El entorno aullará, pondrá el grito en el cielo, clamará a los dioses y si el
temerario continúa con su idea, el entorno lo olvidará y preparará el reproche
a punto en la boca cuando el hijo pródigo regrese con el rabo entre las
piernas. Pese a todo, algunos individuos mirarán hacia adelante y marcharán.
Qué acertados los guionistas de aquella película que
pusieron en la boca de Neil Armstrong aquella gran frase “Es un pequeño paso
para el hombre, pero un gran paso para la humanidad”. Resume el sentir de esa
sensación, la sensación de salir de la zona de confort, que no requiere una
gran hazaña, a veces basta con un solo paso, con una llamada telefónica, con
una maleta escuálida, con un beso furtivo, una declaración de independencia o
un verso escrito en un papel.
Salir de la zona de confort es tan sencillo, en ocasiones,
como darse cuenta de que hoy es un buen día, mirar a tu alrededor y amar con
intensidad lo que te rodea, ser consciente de lo maravilloso de su sonrisa, de
lo valiente de su mirada, abrazar sin miedo su cuerpo y besar con la intensidad
de antaño.
Hoy es un buen día, admitirlo, pelear por ello, conseguirlo,
es ya una revolución que nos lleva más allá de nuestra zona de confort. Una
revolución que nos hace capaces de matar dragones. ¿Estás dispuesto, estás
dispuesta a admitirlo? Tienes todo el verano para pensarlo.
Un buen día, hoy es un buen día.
MÚSICA "Un buen día" de Los Planetas
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