Nos azotó aquella enfermedad de nieblas. Y nos sumió a todos
en el desconcierto, en el dolor de no verse reconocido, en la pérdida paulatina
y atroz de una memoria única, personal, particular.
Los recuerdos de la posguerra, de los hospicios, de aquel
eterno viaje a Santander, los recuerdos de sus hijos, de su hija, de su marido,
de su primer nieto y de sus nietas venideras, los recuerdos de su Barakaldo
natal, de su barrio de Rontegui.
A medida que se evaporaban sus imágenes, perdíamos nosotros
una parte de la vida, de su vida que era también nuestra. Y verla invalidada
cada día, sin recordar para qué servía un botón, por dónde se iba a casa de su
hija, cómo se llamaba su amiga de la infancia, en qué calle estaba provocaba un
desasosiego arrasador.
Luego se transformó en una niña grande, inquieta y traviesa,
que jugaba con nosotros y con su enfermedad sin saberlo ni pretenderlo, que
provocaba situaciones ciertamente cómicas en la tragedia, que permitía encauzar
sus pasos hacia una momentánea vida mejor.
Y después vino un velo negro, una mirada apagada, un rostro
vacío que no se reconocía a sí mismo.
El dolor de los próximos. La dureza descarnada de las
decisiones racionales. El traslado a una residencia. La orfandad sin muerte.
Salíamos con ella a tomar café, paso a paso, despacito. Se
lo tomaba con avidez, como una reminiscencia de sus querencias más poderosas.
La acariciábamos, la hablábamos, la sonreíamos.
No llegó a conocer a Antonia, aunque Antonia la cogía
innumerables veces del brazo para pasear. No supo de su bisnieta Daniela,
aunque tocó con su mano la tripa donde se abrigaba. No supo de las idas y
venidas de su nieto de Bilbao a Málaga y de Málaga a Bilbao. No supo de del
fallecimiento de su marido. No supo ya nada más, pero nos dejó su recuerdo, contradictoriamente,
nos dejó su recuerdo.
Paseo por las playas de Marbella, hundo los pies en el agua.
Ella me quitó el miedo al mar, ella me venía a buscar a la guardería, ella
hacía la mejor tortilla de patata del mundo, ella jugaba a la brisca como si la
vida le fuera en ello, le gustaba tomar café en vaso de cristal, con un poco de
azúcar.
Edurne, Nieves. Mi amama, mi abuela.
El lunes se celebró el Día Mundial del Alzheimer.
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