6ºc. El frío comienza a empañar los cristales de las ventanas. Las calles están silenciosas, quizá también ateridas de frío.
Veo como una vecina sube a la terraza de su casa entre los vahos y vapores que salen de su boca. LLeva consigo una enorme cesta de ropa apoyada en la cadera. Mira hacia el cielo haciendose visera con la mano libre. Azul. Límpido. La luz del sol recorta la sombra bajo los aleros, tras las esquinas. Los perros se tumban calle arriba, a la búsqueda de la templanza, se desperezan despacio, ladran y una nube blanca se forma alrededor de su boca.
Mi vecina deja la cesta de la ropa en el suelo. Y comienza a pintar sobre el horizonte esa danza de colores y olores que es la ropa tendida. Un jersey rojo, una camisa gris, camisetas azules, verdes, amarillas, pantalones vaqueros, una zamarra anaranjada, ropa interior masculina, ropa interior femenina... La brisa las mece, las inflama. Toca el turno de la ropa de cama, ese velamen que se hincha y deshincha. Sábanas azules con flores amarillas. Una manta ligera de color marrón. Parece que la terraza vaya a despegar.
Mi vecina contempla el espectáculo. Se asoma. Mira allá al fondo. El mar.
Este es el cielo que veo desde mi ventana.
3 comentarios:
Allá donde yo vivo, cuando el viento se envenena, si colgase la ropa en el tejado seguro que antes o después realmente despegaría el bloque al completo y mis pertenencias acabarian siendo recogidas por algún pescador cantábrico, como si se tratase de la carga perdida por un barco ingles que se va a pique.
Doy fe. Yo también he vivido en tu compañía los vientos insondables que sacuden esa terraza. La naturaleza es implacable. No somos nada. Jaja!!
Un abrazo, amigo.
El saludo ya ha llegado a la calle Zubiaurre.KAIXO!
Aquí ni la ropa se puede tender.Hoy saldría escurriendo y así cualquiera se la pone.Si tuviese aquí ahora una cámara envíaría una foto del cielo de Barakaldo para hacer una comparativa con el obtenido desde los veluses ojenetas.MAÑANA LLEGA AHÍ ELURRA
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