Y hoy las nubes... Nubarrones sobre el Mediterráneo que dejan una estela de sombras, como un camino equívoco... Y la niebla que se deja caer sobre las cumbres d ela sierra de las nieves... Y el sirimiri, el suave calabobos, el orvallu que lame las calles de la villa... Y el tímido sol que serpentea entre las nubes cuando éstas s elo permiten... Así luce el día en Ojén... Extraño, esquivo, raro...
Como la recua de turistas blanquecinos, casi transparentes que hoy miraban sorprendidos, ojopláticos, perdidos, entusiasmados los rincones de la la Villa... Pasada la sesentena, próximos a la ochentena, calzados con sandalias y calcetines, bombachos, pantalones cortos (tópico kisch del viajero anglosajón, pero verdad verdadera)... Ellos... Ellas... con ese color de pelo imposible, los shorts igual, camisas holgadas y floreadas... Click-click-clik-clik se fotografían en la fuente del Chorro, en el portal de la Iglesia, bajo el arco (- Wood, wood?, me pregunta uno de ellos mientras golpea con los nudillos el hermanamiento ojeneta con Tetuán, historia que contaré mañana...), en la puerta dle Museo del vino... Caminan despistados, abrumados por la blancura y estrechez de las calles, sonrientes, saludantes... Veo a uno de ellos sentado en una mesa y tomándose una pinta de cerveza... Faltan minutos para las diez de la mañana, habrá de pasar el english breakfast... Todo esto suena a caricatura barata, pero el espectáculo era real como el pájaro que todas las mañanas me despierta picando una y otra vez contra mi ventana....
Por cierto... El romano del lavado de vehículos, el de sonrisa amplia y mirada azul, límpida, se llama Angelo, su mujer Carla... Viven en la calle Rosal, a escasos treinta centímetros bajo mis pies... Ojén es pequeño y la Villa, un mundo...
1 comentario:
Hala, viajando por internet me encuentro contigo!! Me alegra que todo te vaya tan bien.
Besos
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