viernes, 30 de marzo de 2007

SENTADO A LA SOMBRA

Siempre está allí. Sentado sobre el poyete de piedra que ejerce las funciones de banco. Misma postura. Piernas abiertas, brazos extendidos y apoyados sobre un bastón. LLeva la gorra de campo calada casi hasta las cejas y luce gafas de pasta gruesa. Suele vestir un jersey de punto de color gris y pantalón y camisa sin estridencias. No me he podido fijar en el calzado. Es una visión fugaz que aparece entre vistazo a la izquierda y vistazo a la derecha, atendiendo al tráfico. El poyete se encuentra frente al restaurante el Castillo, al inicio del paseo del mismo nombre, a la izquierda del restaurante Lorente (buena carne y buen pescado, comida sin alardes, raciones contundentes, sabrosas) y frente a la cuesta que creo se llama arrancaburras según el acervo popular (calle Junquillo), toda esta intersección cortada por la calle Carretera. A veces se encuentra acompañado por su inverso, puesto que él es un hombre grueso el que le acompaña lo es delgado, consumido. A veces les veo charlar, otras miran hacia delante en silencio o departen con los transeúntes que les saludan y contestan a los turistas despistados. Rondarán la setentena pasada e imagino que el tiempo, las enfermedades, las gentes, el campo, los transeúntes y quizá algún cotilleo sean sus temas de conversación. Se les ve tranquilos, relajados, serenos, humildes. Hombres de campo de manos gruesas sobre el cayado.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Pronto veré si siguen allí.Ellos ni sospechan las ganas que tengo de verles.