martes, 17 de abril de 2007

EL CHORRILLO

Se sitúa en la entrada del pueblo, justo después de la rotonda que permite bajar hacia el parking del Callejón o continuar hacia adelante, al centro. Si llegas a Ojén, se sitúa a la izquierda. Es apenas un caño de agua reververante con su poza. Su frontal está empedrado y a los lados le acompañan dos dientes de molienda de considerables proporciones. Un letrero la adorna: Fuente El Chorrillo. No es raro comprobar que los coches aparcan a su vera y las gentes sacan botellones de cinco litros para llenarlos. No sale el agua fría, pero sí fresca y límpida, cristalina. Hace años, cuando aún no se había construído la autovía, el camino hacia Coín, Monda o Guaro hacía de Ojén paso obligado a través de Los Caracolillos. Así los caminantes y viajeros paraban en la fuente a refrescarse, a mojar gaznate y echarse al coleto una buena ración de agua, a departir con vecinos y amigos... Cuenta la leyenda escrita como punto de información turística que los mineros que bajaban a la mina El Peñoncillo hacían parada en la fuente tanto a la ida como a su regreso, ora para quitarse las suciedades del trabajo, ora para llenar sus botellas de agua pura. Los asentamientos humanos van unidos indefectiblemente al agua, a su paso, a su existencia, a ríos, lagos, fuentes o manantiales. El agua es testigo del paso del tiempo, de los cambios que se producen en las poblaciones, d ela rapidez del movimiento del ser humano. El agua, que mantiene imperturbable en su memoria la estampa de ese hombre subido a lomos de un borriquillo, con su gorro calado, las alforjas llenas, el botijo bamboleante... LLega al caño, para a su burra - Soo, quia, quia, quia..., salta por encima de ella, suelta el nudo de la cuerda que ata el búcaro, lo sitúa bajo el chorro y escucha como el agua cae en su interior con un sonido metálico y vivo... Una vez lleno, ata el botijo a su cuerda, se sube en el borriquillo y comienza a andar, despacio, lento, hacia la fatiga del olivo, de la vid, del naranjo, de la huerta... Y se aleja dejando Ojén a sus espaldas...

6 comentarios:

Anónimo dijo...

En Figueruela quedan fuentes con caño,hay alguna más sin caño,las de caño las usan los animales para beber en el deposito grande al que va a parar el agua, en San Pedro de las Herrerías sigue cogiendo agua la gente y parando a refrescarse, pero hemos pasado de los cántaros a las garrafas, de los burros a los coches,estamos hablando de la provincia de Zamora que celebra en San Vitero en el mes de Septiembre una feria del burro.

Anónimo dijo...

Doy fe, doy fe de los garrafones de 5 litros.Quizá esconda un secreto El Chorrillo.Si descubres que es algo así como un elixir de lo que sea,allá que me voy.Bebí allí pero poquito.Igual por eso todavía no noto los efectos.
Gero arte.

Anónimo dijo...

No me acordaba como llaman en Figueruela al deposito en el que cae el agua y donde beben los animales, me lo ha recordado Enrique, es "el pilo", él dice que conocia la palabra pilón.

Anónimo dijo...

Hablando de botijos, en Figueruela se usa la "barrila", en femenino,es un poco más baja y regordeta que el botijo.

Israel Olivera dijo...

Qué buenas aportaciones antropológicas!! Jajaja!! Para contrarrestrar la modernidad voy a sumergir mi recién adquirido botijo en las aguas de El Chorrillo para refrescar la sed, además iré andando calzado con mis alpargatas de esparto... No sé si servirá para conjurar las buenas cosas del pasado, pero seguro que sí a la sabiduría popular... El agua fresca del botijo y la suave comodidad de las alpargatas... Un abrazo ojeneto para Bego, para Enrique y para Susana!!!!

Anónimo dijo...

En Barbadillo del pez (Burgos), que es el pueblo del que yo rescaté mi botijo, también hay una fuente con dos caños, y esa fuente tiene un pilón bastante grande. Por cierto, yo también conocía la palabra pilón. Lo curioso es que hoy en día en aquel pueblo, en lo que respecta a animales domésticos sólo queda alguna oveja, y éstas son muy bajitas como para llegar al pilón. Otra palabra curiosa que yo recuerdo de aquel pueblo, es que a un pequeño richuelito (de menos de un metro de ancho) que baja hasta el pueblo desde otra fuente que está un poco más arriba, se le llama tatarón.