lunes, 30 de julio de 2007

OJÉN OSCURECE

Todo negro. Las calles, las esquinas y recodos, oscuro y profundo. Fueron apenas cinco minutos, pero cierto temor ingrato se apoderó de mis huesos. Debe ser el temor atávico, primitivo, que los seres humanos aún tenemos a la oscuridad y sus acechos. Las calles negras me devolvían la mirada y los rescoldos de las luces eléctricas de las casas aún iluminaban aquí y alla. A tiempo que Ojén se oscurecía, también enmudecía. Un silencio denso, casi espeso. - Antonia, mira esto... Sobrecoge la negrura y buscamos la compañía de los otros. Hasta los perros que aúllan todas la noches habían silenciado sus ladridos. Descubro en estos temores otra nueva cualidad de Ojén. No da miedo, ni sus calles, ni sus esquinas. No provoca el miedo de la ciudad o de esos otros pueblos situados a campo abierto. Recogido en la falda del Cerro Ojenete (bien lo apuntaba BG en etse mismo blog), parece estar protegido de los peligros habituales, abrazado por las montañas, arropado y vigilante... Volvió la luz y con ella se disiparon las ensoñaciones. La Calle Rosal salpicada con tres, cuatro faroles, un automóvil que da la vuelta al fondo, dos vecin@s asomad@s a las terrazas. Todo regresa a su ser.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Aquí también está negro, de oscuro.Estoy acechando el Serantes a ver si me permite vislumbrar entre su media txapela un atisbo de sol que me permita dar un paseíllo por la playa.El experto tampoco está seguro.Mediodía 24º.
Antonia:Aquí no he visto la cervecita que entra a lo tonto.Buscaré pero no mucho porque no me quiero viciar.Besitos.gero arte.

Anónimo dijo...

Hace tres noches, en Marbella, una terraza, bu�n vino, buena cena y, mejor compa�ia;luego dulce y refrescante, el postre. Es la hora de partir, ma�ana hay que trabajar temprano; por ahora se acab� lo bueno, pens�. Enfilo la carretera con mi Volswagen Golf primero un trozo de la autovia A-7, luego la dejo para incorporarme por la rotonda de la Ca�ada a la carretera de Oj�n. Dejo atr�s el nuevo cementerio de Marbella, ya no hay farolas que iluminen la v�a, parece como si de golpe se nos echara desde el techo del universo un manto negro con lececitas, cielo raso estrellado, la luna, casi llena, es la reina en esta noche de verano, parece que nos mira. Atr�s dejamos las estelas de la luz en el mar. Al poco llegamos a Oj�n me bajo del coche y hummm, que bi�n huele esta dama de noche, que fragancia tan sutil en las noches de verano, y yo que pensaba que los placeres de la noche ya se hab�an acabado. Bg

Israel Olivera dijo...

Las noches ofrecen alivio poético incluso. El calor de la tarde lo simplifica todo, los olores, las sombras, las gentes... Sin embargo cuando llega la noche todo vuelve a cobrar vida, recupera sus matices, sus esencias...
Saludos, BG.