viernes, 25 de enero de 2008

UN FRENTE

Ha entrado un frente. Frío, desagradable. Vuelve el destemple a los huesos calentados y esa incómoda sensación de ventolera permanente y pájaros alborotados. La mujer se coge el pañuelo y con la mano aferrada a él se lo aproxima al cuello. El joven de chándal gris corre calle abajo en un intento urgente de guarecerse. El hombre grueso se ata el jersey oscuro y sus dedos se pierden en el laberinto de botones. El chico del restaurante sube aprisa las lonas transparentes que protegen su terraza. La niña y el niño achinan los ojos con sus mochilas colgadas al hombro de camino al colegio. La abuela se asoma a la ventana sin abrir el cristal, corre la cortina, mira al cielo gris. Más abajo, el mar se encabrita y salta por encima del malecón, las olas forman lanas de espuma y los barcos cabecean incesantes en sus idas y venidas a puerto.
Un rayo de sol se atisba por poniente, y con él la esperanza de una mejora en el día.

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