Miramos los partes meteorológicos, los trazos rizados de las isobaras, las nubes oscuras y las claras, los soles complacientes, las lluvias desapacibles. El Sur se cambiará por el Norte para Juana y Miriam esta tarde. Y mientras nos acaricia en Ojén un lengüetazo de verano, aún arrastra el torvo invierno un Barakaldo gris velado por la lluvia. Siete grados, sin nieve.
Vemos el azul intenso, profundísimo, elevado más allá de lo concebible. Los destellos del mar entre los picachos. El sol lamiendo las laderas de los montes. Abajo, en la urbe, en Marbella, lejos de las callejas encaladas, los visitantes mojan el pulgar de su pie en el agua fría y pasean y leen libros escritos en idiomas antiguos. El mar espejea entre el vaivén de los barcos de pesca y un hombre moreno prepara las artes sin demasiada convicción. Quema el sol. En exceso.
Y así buscamos el refugio de las sombras ojenetas donde el pueblo se afana en sus trajines cotidianos, lejos de la urbe devoradora. Las mujeres charlan ante la panadería, la mujer del kiosko se alivia del calor intenso sentada en un banco junto a su puerta, un grupo de operarios vacía una fosa séptica, los hombres se esconden bajo los limoneros, la policía local charla y moviliza el tráfico en la calle carrera, la niña del chándal azul corre calle arriba... Todo calmo.
Esta noche, en Barakaldo, habrán de abrigarse las viajeras, olvidar el temblor del sol sobre el agua y ajustarse los cuellos de sus zamarras a la cara para no enfriar su piel. El Sur se cambiará por el Norte para Juana y Miriam esta tarde
2 comentarios:
¡Qué penitaaaaaaa!
¡ buen viaje pingos !
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