lunes, 24 de marzo de 2008

EL PERFUME

Una revolución de perfumes agita el aire. Lo sacude aquí y allá y desciende sin previo aviso sobre el paseante tranquilo. Tan pronto despide el cielo un profundo olor de ozono y tormentas como sumerge el camino en azahares mitológicos. Brasas de naranjo y un matiz de tierra húmeda, rocíos madrugadores y las aguas colonia de los colegiales. Así desciende la jara desde las montañas y los perfumes telúricos que surgen de las covachas. Todo es exceso, como el rastro en las callejas que sigue camino de la iglesia o los últimos inciensos votivos de la semana santa. Persisten en la memoria olfativa los olores hogareños del café de puchero negro y caliente, del pan recién tostado con la punta quemada, del tomate rallado al momento, del ajo solitario, de las mermeladas amargas... Y algunos de estos matinales se equivocan en hora tan temprana con los de las comidas y ese perfume inédito del cocido y la hierbabuena... Aparecen también, más tarde, los más delicados y complejos que acompañan a las risas de las adolescentes eternas... Y así es que se arremolinan los unos con los otros, se fusionan con la rudeza de lo inevitable, se unen por los azares de la gastronomía, el capricho y la primavera, creando una esencia que pertenece a Ojén con derecho de aroma propio...

3 comentarios:

Anónimo dijo...

¡ que bonito !
Además eso necesito yo. Un caldito de puchero reconstituyente.
bezos

Anónimo dijo...

Es que Ojén huele a Ojén.

bgs dijo...

Muy buén artículo Israel, veo que el fín de semana te ha llenado de inspiración y además de las fragancias de azahar, las vistas de pinsapos y cerros claros por la luminosidad del día también te han aclarado la mente de nuevas ideas y mensajes clarividentes de aromas, todos ellos perfumados de Ojén. Un saludo. Bg.