FALTA DE ENCUENTRO

Y retumbaban los tambores y las cornetas sobre los adoquines de la plaza. La banda, lustrosa en sus trajes rojos se abría camino entre el gentío ojeneta congregado frente a la iglesia de la Encarnación. Tocaban los niños y los jóvenes la música votiva de la semana santa. Las profecías de los nuevos meteoros anunciaron lluvia y los feligreses aseguraban no caería gota sobre sus imágenes. Eran los ocho de la tarde y entre los presagios y los temores apareció la imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno. Los hombres de trono sacaron en volandas al cristo entre el fervor de los aplausos y los tonos de los himnos. Un vistazo fugaz al cielo oscuro. Ni una estrella. Sale el Cristo y tras él Nuestra Señora de los Dolores. Renuevan las cornetas sus vítores y tambores y camina la procesión con los dos tronos, despacio, entre las oraciones y los curiosos. Enfilan la calle carrera y ahí se desata el castigo de la lluvia. Caen goterones como monedas y el cristo ha de regresar a su encierro en la iglesia. Las autoridades se refugian, los miembros de la banda se refugian, la corporación municipal se refugia los ojenetos lucen paraguas y los hombres de trono, entre el llanto y el esfuerzo regresan la imagen del cristo primero, y la de la virgen después, al interior del templo. A partir de ahí todo es cobijo y desbandada y carreras y gritos y partidos de fútbol y raciones de tortilla de camarones en La Laguna. No hubo encuentro.