Y mientras las tierras vizcaínas sufren la rigurosa penitencia del exceso de lluvia, Ojén abre sus calles a la luz. Luz poderosa e inclemente a veces, tierna y acariciadora. Luz templada, luz dura y cenital. Luz acogedora. - Es distinta-, decía Tamara este fin de semana. - Es distinta-, repetía. Quizá esa diferencia se encuentre en la rotunda claridad, en cómo despeja de calimas incómodas las faldas de las montañas, en cómo descubre los matices del azul en el cielo. Todo la aclara y lo define más y mejor, pone en relevancia los detalles mínimos, utiliza la luz el pincel fino para dibujar la exactitud de las cosas... el perfil de una nube, el trazo del vuelo de un pájaro, la sombra recortada entre las callejas... Pero también ciega y es inclemente porque con ella, con esa luz, llega el calor que derrite, que asfixia las flores, que deshace el asfalto, que marchita las frutas... El calor... Todo tiene su reverso... La perfección en la mirada y la bruma calórica desdibujada en el horizonte...
Mientras Macaco y La Mari cantan... somos luz, somos luz, somos...
2 comentarios:
Pues mira,Israel:Ahora mismo le estaba diciendo a Bego que nosotros no sufrimos en Barakaldo ninguna consecuencia pero que el ambiente estaba extraño porque había una especie de "no luz" que impresionaba.
Ahora hace resolillo y calor (bueno,calor...)y el Serantes tiene una txapelilla que apenas le toca.Besos.Gero arte.
¿Qué le pasa al ordenagailu de barakaldotik? Se le echa en falta..
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