LOS PÁJAROS

Como un sortilegio, como una invocación a sol tibio o una imprecación contra los inviernos, como una suerte de rito iniciático cantan os primeros pájaros de la primavera. Quizá sea más fruto del deseo que de la realidad o de la fecha natural imperante, pero percibo sus ecos despejando el rocío en la mañana. Aún no he visto sus circunvoluciones aéreas, pero admito su presencia matinal como un buen augurio de cielos azules y soles intensos. Erraré en el pronósticos y aún será mucho lo que llueva en los próximos días, pero también me permito soñar un tanto con la idea de largos paseos al borde de un mar todavía frío, o de las caminatas lejanas bajo los pinares de Juanar. Añoro la templanza del sol en las paredes blancas de esta buhardilla de la calle rosal o la lectura del periódico habitual en una terraza de la plaza. Son añoranzas de primavera desde el invierno. Luego esos alegres pajarillos se convertirán en crueles despertadores y solicitaré mil ayudas caseras para despojarme de ellos. Somos así, queremos lo que no tenemos. Pero hoy, aún, descubro en el piar de estos pájaros el destierro del invierno y la llegada de esa primavera advenediza que traerá la fatiga a mis pulmones y el sol tibio a las hendiduras de mi piel. Hoy los descubro cantar, y eso me renueva. Creo.