CAMINA LIGERO

Una pequeña arremetida, como un suspiro imprevisto o una vaharada de vapor... Así ha venido el frío, escondido, parapetado tras el viento, agazapado. Veo como el hombre se sube los cuellos de su raido jersey verde. Pantalón beige desgastado, zapatillas azul marino. Camina brioso más allá de la gasolinera, con un andar de urgencias más propio de otras edades más juveniles. Un pie tras otro, la mano derecha agarrandose las solapas de su zamarra marrón, la mirada hacia el suelo. Camina ligero, ligero, andariego con muchos kilómetros bajo sus suelas. Llega a la fuente de El Chorrillo y ahí, cruza la carretera sin mirar a izquierda ni derecha, raudo. Una vez en El Chorillo se lleva las manos a la espalda y estira su cuerpo añoso y entumecido. Acerca su boca al caño que destila un buen chorro de agua límpida y se seca los labios con la manga de su zamarra. Mira al frente, entreviendo la villa de Ojén. Le miro. Imposible acertar, ni siquiera por aproximación, que pasará por su mente. Mira al frente, a su horizonte de niñeces, a su vida transcurrida tan ligera como su paso. Y, de manera brusca, continúa su caminar más allá de la rotonda, más allá de La Jaula, direcció a un Mar que siempre ha estado ahí abajo. Camina ligero, ligero, ligero, con una mano sujetando las solapas de su zamarra. Ligero.