EN ESTOS DÍAS EXTRAÑOS

Ronda el aire frío por las callejas y a cambio este invierno con ansias de primavera nos regala un cielo azul y límpido, recién aseado por las nubes blancas. Las casas blancas, encaladas, refulgen cual luciérnagas (decía la canción) y este pueblo andaluz recobra señas de identidad mediterránea. Ropas al viento, colores vivos, la intensidad de los arriates y macetas en los alféizares, la profundidad del verde serrano y, allí, abajo, el mar. Antonio me contaba que los mirlos, negros como el pedernal, ya estaban anidando en el algarrobo del molino, que las matas crecen enloquecidas y que las primeras flores asoman sin pudores por entre los campos. Lo veo y lo siento y lo huelo. Se acerca con remilgos y la primavera confunde al invierno con su cadencia melosa, con su acento zalamero, con sus primeros vestigios que nacen y mueren en el día. Sólo un poco de sol hace falta para que se presientan las primeras combustiones, la efervescencia de los cantos y el celo de la fauna que despierta. Sólo un poco de sol. El cielo rotundo e inmenso de azules canta sus cantos a la primavera que confunde y alienta, y así no sabemos si el invierno es invierno o si los pájaros estarán dispuestos a tocar en mi ventana.