Recreo con horror la escena.
El pánico en sus ojos. Los golpes descarnados. La angustia
que recorre el cuerpo. El miedo indefinible. Los temblores, las súplicas. El
cuchillo, brillante, desnudo. Ella despojada de toda defensa.
El horror se abate sobre su cuerpo. Una . Dos. Tres veces.
La sangre sobre las losas de la cocina, derramada sobre el suelo, salpicando la
loza. Los gritos. El sudor helado del pánico. La lividez de la muerte. La vida
que se escapa en las pupilas. El futuro robado.
Una muerte a golpe de cuchillo que se cocina a fuego lento,
durante años. Padeciendo el horror en la vida cotidiana, en cada gesto, en cada
palabra, en cada movimiento, en el tintineo de una llave en la cerradura.
44 mujeres asesinadas en 2013. 10 de ellas en Andalucía. 5 de
ellas en la provincia de Málaga. Apuñaladas. Golpeadas. Torturadas. Más de 700 en la última década.
Detrás de la estadística hay siempre una escena de horror.
Una escena inconcebible, una escena de violencia sin igual, de un terror que va
más allá de lo nunca imaginado. De un miedo paralizante que alcanza lo más
profundo del ser: la intimidad.
Es una infamia, un dolor colectivo que va más allá de lo
tolerable. Y al que poner apellidos no ayuda. Violencia machista. Violencia de
género. Terrorismo doméstico. Todo lo contrario, cosifica a la víctima, unifica
su caso, lo suma a una estadística.
Cada víctima tiene su rostro.
Cada víctima tiene su historia.
Cada víctima
tiene su nombre.
Eva. Rosario. Encarnación. Yaneth.
Que nadie lo olvide.
Nunca.
Que nadie olvide sus nombres.
CADENA SER COSTA DEL SOL, firma invitada
14/NOV72013
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