jueves, 19 de diciembre de 2013

Cuento de Navidad

Pese  a ser ateo irredento y republicano convencido, las teologías y las ideologías parecen quedar a un lado en estos días plagados de felicitaciones religiosas y promesas monárquicas en forma de regalos.

Le llaman espíritu navideño, pero para ser fiel precisamente a mi espíritu un tanto rebelde y no verme traicionado por mí mismo, en mi cabeza imagino más un espíritu solidario y fraternal, que encaja mejor con mi persona.

Subrayada esta declaración de principios que los espurios tacharán de demagógica y mis enemigos, que haberlos haylos, de aprovechada, pasaré a tintar esta firma con espumillón de Navidad.

No puedo negarlo, me gusta.  En los días próximos a estas festividades se enciende en mi interior un calor inusitado, una templanza del alma que titila como una vela y que ilumina algunos recónditos paisajes de mi memoria.

Así  recuerdo a mi hacendosa amama que trajinaba silente en la cocina de aquí para allá preparando pantragruélicos manjares;  y a mi aitite, presidiendo con bohonomía patriarcal la mesa con una sonrisa en la mirada ante tanta familia desperdigada reunida de nuevo; a mi abuela Candi, que nos dejó un monárquico día de reyes en el año 83; y a mi abuelo Marcelino, al que solo conocí desde el vientre y que falleció un primero de enero de 1974; me acuerdo por supuesto de Antonio Cerván, suegro al que tanto echo de menos, y que apodó "melocotona" a su nueva nieta antes de dejarnos.

Recuerdo también a los vivos, a mi amigo Richard que se empeña en hacernos millonarios cada año con la lotería de Navidad, se empeña, pero no lo consigue; a las amigas de mi barrio barakaldés de San Vicente, a las que año tras año veo y abrazo en una tarde de Nochebuena repleta de txikitos; a mi cuadrilla y a mis amigos a los que añoro siempre, pero más aún en estos días de melancolía facilona; a mis excompañeros de los medios que soñaban con que el Gordo de la lotería tocara muy muy lejos o muy muy muy cerca.

Y añoro las tradiciones de mi tierra, el Olentzero y su llegada manchado de carbón, su voz grave y profunda, el misterio controvertido de su génesis, o los villancicos en euskera con los que aprendí (y después olvidé) la lengua euskaldún, Hator, hator mutil etxera, gaztanak ximelak jatera...

Y disfruto ahora, a mil kilómetros del Cantábrico que me vio crecer, de un nuevo espíritu navideño, de la mano de Antonia, marbellera de la calle Ancha que me enseñó a disfrutar de la navidad del sur, con las pastorales, los belenes vivientes, la pasión monárquica por los reyes magos, los villancicos repletos de zetas.

Pero sobre todo, veo la navidad con los ojos de Daniela, que entre nochebuena y nochevieja cumplirá dos años y que su presencia en casa todo lo alborota, siendo capaza de sustituir a la virgen maría por pocoyó en el belén familiar.

A todos y a todas. Eguberri zoriontsua, osasuna, bakea eta maitasuna guztientzat

feliz navidad, salud, paz y amor para todos y para todas.

SER MARBELLA COSTA DEL SOL, Firma Invitada
19/12/2013

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