Pese a ser ateo
irredento y republicano convencido, las teologías y las ideologías parecen
quedar a un lado en estos días plagados de felicitaciones religiosas y promesas
monárquicas en forma de regalos.
Le llaman espíritu navideño, pero para ser fiel precisamente
a mi espíritu un tanto rebelde y no verme traicionado por mí mismo, en mi
cabeza imagino más un espíritu solidario y fraternal, que encaja mejor con mi
persona.
Subrayada esta declaración de principios que los espurios
tacharán de demagógica y mis enemigos, que haberlos haylos, de aprovechada,
pasaré a tintar esta firma con espumillón de Navidad.
No puedo negarlo, me gusta. En los días próximos a estas festividades se
enciende en mi interior un calor inusitado, una templanza del alma que titila como
una vela y que ilumina algunos recónditos paisajes de mi memoria.
Así recuerdo a
mi hacendosa amama que trajinaba silente en la cocina de aquí para allá
preparando pantragruélicos manjares; y a
mi aitite, presidiendo con bohonomía patriarcal la mesa con una sonrisa en la
mirada ante tanta familia desperdigada reunida de nuevo; a mi abuela Candi, que
nos dejó un monárquico día de reyes en el año 83; y a mi abuelo Marcelino, al
que solo conocí desde el vientre y que falleció un primero de enero de 1974; me
acuerdo por supuesto de Antonio Cerván, suegro al que tanto echo de menos, y
que apodó "melocotona" a su nueva nieta antes de dejarnos.
Recuerdo también a los vivos, a mi amigo Richard que se
empeña en hacernos millonarios cada año con la lotería de Navidad, se empeña,
pero no lo consigue; a las amigas de mi barrio barakaldés de San Vicente, a las
que año tras año veo y abrazo en una tarde de Nochebuena repleta de txikitos; a
mi cuadrilla y a mis amigos a los que añoro siempre, pero más aún en estos días
de melancolía facilona; a mis excompañeros de los medios que soñaban con que el
Gordo de la lotería tocara muy muy lejos o muy muy muy cerca.
Y añoro las tradiciones de mi tierra, el Olentzero y su
llegada manchado de carbón, su voz grave y profunda, el misterio controvertido
de su génesis, o los villancicos en euskera con los que aprendí (y después
olvidé) la lengua euskaldún, Hator, hator mutil etxera, gaztanak ximelak
jatera...
Y disfruto ahora, a mil kilómetros del Cantábrico que
me vio crecer, de un nuevo espíritu navideño, de la mano de Antonia, marbellera
de la calle Ancha que me enseñó a disfrutar de la navidad del sur, con las
pastorales, los belenes vivientes, la pasión monárquica por los reyes magos,
los villancicos repletos de zetas.
Pero sobre todo, veo la navidad con los ojos de
Daniela, que entre nochebuena y nochevieja cumplirá dos años y que su presencia
en casa todo lo alborota, siendo capaza de sustituir a la virgen maría por
pocoyó en el belén familiar.
A todos y a todas. Eguberri zoriontsua,
osasuna, bakea eta maitasuna guztientzat
feliz navidad, salud, paz y amor para todos y para todas.
SER MARBELLA COSTA DEL SOL, Firma Invitada
19/12/2013
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