Este verano del membrillo, verano de soslayo, traicionero,
fatal... ha plagado de toses y catarros bronquíticos a todo quisqui. Se
escuchan aquí y allá, como una banda sonora del destemple, del frío en los
huesos, de los estados febriles. La voces arrastran un ronquera propia de
garganta profunda y la punta de la nariz un carámbano de moquillo como un
dibujo animado.
Servidor no ha escapado de esta ola fatal de catarros a
destiempo, catarros mal entendidos, catarros de otoño entrante. He sucumbido, y
toso por las esquinas como un perro asmático.
Como buen ciudadano y para evitar el riesgo de contagio al
respetable, el lunes fui al médico en Ojén, como tantos otros vecinos y
vecinas.
Esperé mi turno. Accedí a la consulta tras oir mi nombre
completo. Y dije: Doctora, estoy fatal.
La doctora me preguntó por mis síntomas. Tos seca, estado
febril, dolor en las articulaciones, nada del otro mundo...
A lo que la doctora me espetó: ¿Ha estado usted en contacto
o en zona de riesgo de ébola? Ojos a cuadros. Algo confundido contesté que no.
Que parte de mi familia está en Ruanda pero que nos había señalado en el
Ministerio de Sanidad que esa era zona de exclusión de riesgo.
Ya no hay zonas de exclusión de riesgo, fue su contestación.
Las pandemias le son ajenas a uno hasta que le tocan de
cerca. Desde nuestra posición de egocentrismo occidental, las enfermedades
mortales siempre acechan en lugares remotos, en países abonados a penurias
endémicas, a sociedades destruidas por la pobreza.
Pues no. Ahora el ébola está en Ojén y el ébola está en
Marbella y el ébola está en Estepona. El protocolo, como me confirmó la doctora
señala que ya no hay zonas de exclusión de riesgo. La pandemia nos afecta a
todos y los profesionales médicos tienen la obligación de preguntar a los enfermos
que presentan ciertos síntomas por sus posibilidades de exposición al virus.
Este verano del membrillo traerá con sus catarros mal
curados algunos sustos apocalípticos, pero también removerá alguna conciencia.
El ébola ha traspasado las fronteras de Liberia, de Sierra Leona, de Guinea
Conakry, de Madrid o de Dallas y ahora pasea su miedo y su temor hasta en las
calles encaladas de Ojén.
Música: "Jammu Africa" Ismael Lo
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