miércoles, 30 de mayo de 2007

QUERENCIAS

Dejo atrás Ojén en estos días, algo más de 60 kilómetros a la espalda o al frente según uno venga o vaya. Cambio las calles encaladas por esquinas verde oliva apagado. Tengo querencia con la Villa a la que mi mente exige regresar en cada momento en el que me encuentro fuera...
Sólo hace falta bajar por la calle Rosal hasta el depósito de agua y sentarse allí diez, quince, veinte minutos en la noche estrellada, contemplar las luces minúsculas de los barcos que transitan el Estrecho, para degustar los aromas del trigo que desprende la tierra tostada al sol. O quizá, en un gesto habitual y prosaico, bajar en chancletas de playa, desaliñado, con un pantalón corto y una camiseta apagada a tirar la basura. Ayer, justo en ese momento y con ese aspecto, me giraba y veía el mar en el laaaaaaaaargo atardecer, sentía en la piel la esencia mediterránea del calor ya adormecido y los olores de mar lejos y de olivos, naranajos, limoneros, vides muy cerca. Nada es algo en esta atalaya, sólo hace falta abrir los ojos, despertar la nariz, mantener vivo el tacto, trabajar el gusto, aguzar el oído, así se obtendrá un cuadro de sensaciones dificilmente narrable, hecho a base de trazos sutiles y gruesos... Sólo hay que estar ahí, y disfrutarlo.

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