Se queda en silencio la calle Rosal. Hasta hace un instante y entre las nubes de polvo levantadas pateaban y corrían tras un balón tres criajos rientes y un padre peleón. Se le agarraban a las piernas, le perseguían, le lanzaban patadas... Inasequible el padre intentaba driblar a uno y otro, y en dos o tres ocasiones casi obtiene su victoria deportiva. - Bieeeeeen, bieeeeeen, gritan los niños cuando consiguen arrebatarle un balón. - Pasa, pasa, aquí, aquí... El más pequeño luce una camiseta amarilla de tirantes y ríe. Le faltan un par de dientes y más parece un placador de rugby que un futbolista en ciernes... La madre llama y no distingo sus palabras. Todos se recogen, y diez minutos más tarde, vuelven a la tarea... Ahí están, les veo, aún, todavía... Corren entre los coches a parcados. Ahora están solos, el padre habla con una pareja. El niño de la camiseta de titantes le tira del pantalón.
Huele a albahaca y a hierbabuena, impregnan la casa, la piel.
2 comentarios:
¡Que bien:albahaca y hierbabuena.Lo que tengo yo en mi balcón de Barakaldo.Los mismos olores aquí y en Ojén,me gusta éso.
A la hirbabuena aquí se le ha llamado siempre batana.Gero arte,Besos.
Hay una conexión ininterrumpida barakaldojeneta, un flujo de aromas y pensamientos que se mantiene pese a los más de 1.000 kilómetros de distancia... Batana (qué buen nombre)y hierbabuena (para los mojitos habaneros)... Un abrazo Juana!!!
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