viernes, 27 de febrero de 2009

CENA

Tras una ventana. Ella, de luto riguroso, se afana en las tareas de la casa. Camina despacio desde la silla de enea aparejada a la mesa camilla hasta la cocinilla minúscula de dos fuegos de gas en los que borbotean dos cazuelas, una de ellas roja, con el fondo renegrido, la otra blanca, con un ribeteado de flores antiguas. La cabeza ciertamente gacha, bufanda negra sobre el cuello y mantón, igualmente negro, sobre los hombros. Levanta la tapa de la olla roja y con una cuchara de palo remueve su interior. Una vaharada de vapor se escapa en volutas hacia el techo. Atiende a la otra de las ollas. Repite la operación. De esta última, prueba un poco. Abre una alacena situada a su izquierda, saca un plato hondo y recoge una cuchara y un tenerdor de un cajón de la cocina. Pertrechada de esta guisa dirige sus pasos de nuevo a la mesa camilla. Coloca el plato. Coloca la cuchara. Coloca el tenedor. Reparte un mendrugo de pan. Coloca una servilleta. Se llega hasta la cocinilla, coge la cazuela roja y un salvamanteles negro de hierro forjado. Todo en la mesa. Se pone las gafas. Con el mando sube el volumen del televisor. Deja el mando junto a la olla. Comienza a cenar. Una fotografía desvaída de un marido joven la mira desde la estantería.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

¿qué habría en los pucheritos? Seguro que cosa rica.

Anónimo dijo...

Sólo falta se3ntir el olor del interior de la olla.Me has hecho vivir la escena de forma TOTAL.
Otro día que subrayo todo.Un abrazo,Israel.Agur.

Anónimo dijo...

En Euskadi estamos hoy muy reflexivos.
Gol del Sevilla:
Athletic 1-Sevilla 2

Anónimo dijo...

Tengo mi voto calentito en el bolsillo.Ahora voy.Se está poniendo cada vez más nublado(el tiempo).Gero arte.

Anónimo dijo...

Ya contaréis qué tal EL DÍA de ANDALUCÍA

Anónimo dijo...

Qué triste. Qué bonito.

Anónimo dijo...

Soy Mendi. Es que no me deja firmar con nombre la cosa esta

Anónimo dijo...

A mí me ha sabido a soledad. Soledad de las que duelen, de las que te dejan el alma vacía y el cuerpo sin savia, de soledad ni querida ni buscada.