La muerte campa a sus anchas.
Se abre paso entre la vida con esa guadaña herrumbrosa en
mano como herramienta de trabajo. Con su hálito de precisión maldita, con su
efigie pavorosa, con ese aire decadente de la que todo sabe y todo calla.
La muerte. Nunca invitada y siempre presente. Desafecta,
egoísta, todo lo quiere para sí hasta el último aliento.
La muerte, hostil y vigilante, amante del error, del descuido,
del infortunio, de la desgracia.
La muerte que nos acompaña desde el mismo momento de nuestro
nacimiento como una compañera incomoda, ingrata, a la que alimentamos con cada
segundo de existencia.
La muerte. La pálida, la llorona, la huesuda, la parca... Tantos
nombres para hablar de ella entre el sigilo y el susurro, con el miedo
primitivo a convocarla si su nombre se pronuncia en alto.
La muerte que se festeja esta noche entre las bromas y las
chanzas y los sustos teatrales en esa tradición de Halloween nunca propia como
el Tostón pero siempre bien recibida que nos llegó de allende los mares.
La muerte que se enlutará mañana en los cementerios repletos
de flores, rebosantes de hombres y mujeres que añoran, que sueñan con el
regreso imposible del familiar, del amigo. Que no se conforman con el
sentimiento vívido de la memoria.
Pero la muerte pese a su esfuerzo por intimidarnos, por
maldecirnos con su presencia eterna, por atemorizarnos... Cuando nos pasa de
cerca, cuando nos roza con sus dedos...nos hace creer, nos hace aferrarnos, nos
hace sentir más, nos hace querer mejor, nos hace proclamar a voz en grito carpe
diem.
Porque la muerte, al final y pese a todo, termina reconciliándonos
con la vida.
CADENA SER COSTA DEL SOL, firma invitada.
31/OCT/2013
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