viernes, 21 de marzo de 2014

Daniela, yo soy tu padre.

Ayer. cogiendo a mi hija de dos años y mirándole fijamente a los ojos le espeté esa ya mítica frase: Daniela, yo soy tu padre.

En apenas 10 segundos cambió mi lugar en el mundo. El tiempo en el que Daniela abandonada la calidez del vientre materno y se aferraba a la vida con uñas y dientes. 10 segundos. Quizá menos, apenas una vida.

La rapidez y urgencias del momento, los nervios, no se corresponden con la naturaleza de los vínculos que se trazan en ese instante. Vínculos que van más allá de lo comprensible y que apelan a lo más atávico, profundo, animal del ser humano. El compromiso emocional que se adquiere en esos 10 segundos es brutal. Entendiendo el término brutal en la primera acepción del diccionario de la Real Academia de la Lengua, esto es, "Propio de los animales por su violencia o irracionalidad".

Porque los nueve meses en los que Daniela permaneció en gestación no me prepararon para ese instante. En aquel momento lo entendí todo, o creí entenderlo. El comportamiento irracional de algunos seres humanos acerca de sus hijos, las depresiones postparto, las sensaciones en la piel, la mirada de mi amigo Richard hace 10 años, la complacencia de mi abuelo, mi aitite Daniel, al verse rodeado de su prole.

Padre. Una palabra que nada y todo lo define. Una palabra que te sitúa en un lugar incierto del mundo. Una palabra repleta de simbologías, de significados que ningún sentido tiene hasta que lo eres. Padre.

Y ves en ese gesto concreto de Daniela un gesto concreto en el que te reconoces. O en el color de su piel o de sus ojos. O en ese comportamiento de cabezonería innata a ti mismo. Y sientes que ya no eres rama, sientes que eres tronco y que tú ya no eres lo más importante de tu vida.

Nadie te prepara y ninguna prevención es útil. Hay que sentirlo en el pálpito de su corazón, en la caricia de su espalda, en la respiración pausada de sus noches, en su llanto inconsolable, en su dolor. En su sonrisa primero. En su risa después. Y en tu miedo.

Ayer me regalaste regalices, almendras, un cuadro pintado con flores y un libro de Paul Auster. Y un abrazo. Y hasta pude robarte un beso.

Daniela, yo soy tu padre. Lo seré siempre. Hasta cuando tú me lo permitas. 


SER MARBELLA Costa del Sol, La Firma de los jueves.
20/MAR/2014

TEMA MUSICAL: Ain't no mountain high enough


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