No soy un amante de los animales. Tampoco ellos me tienen
especial querencia. Nunca nos hemos entendido bien. Los perros siempre han
ladrado a mi paso, los gatos me han lanzado con un bufido su sedoso guante
repleto de uñas, los pájaros han tenido a bien graznar, piar y picar en la
ventana de mi casa al amanecer, hasta un burro rebuznó en mi cara cuando viaje
al Refugio del Burrito en Fuente de Piedra con intención sincera de
congraciarme con ellos.
En mi defensa diré que en todo lo que diga a partir de ahora
nada tiene que ver esta falta de entendimiento ancestral, ni tampoco me mueve
la animadversión hacia las criaturas. Quizá sí hacia ALGUNOS dueños, dicho este
ALGUNOS en mayúsculas radiofónicas para que claro quede que no son TODOS.
Las mascotas no excretan donde pueden, si no donde sus
dueños lo permiten. Las mascotas, perros, en su gran mayoría, no tienen
intención vejatoria de ensuciar las calles de la ciudad con la expulsión de sus
desechos sobre aceras, pavimentos, parques y jardines. Tampoco seguro quieren
que un ciudadano de bien pise esas mismas excreciones y lleven consigo el
perfume a doquiera que vaya. Seguro, tampoco es intención de las mascotas
generar un problema de higiene y salubridad en un parque de recreo infantil.
Esos mismos perros no querrán, sin duda, que su comportamiento eminentemente
animal e irracional, impelido por la llamada de la naturaleza acarree
discusiones cívicas y peloteras ciudadanas. Menos aún será su deseo que las
campañas de vigilancia exhaustiva y de represión de sus instintos sea sufragada
con el dinero de todos. Ellos no tienen culpa, son animales. ¿Y los dueños y
dueñas? Perdón ¿Y ALGUNOS de sus dueños y dueñas?
Marbella anunció esta semana que iba a poner en marcha una
nueva campaña de concienciación que más tiene que ver con el miedo al palo
sancionatorio, es decir a la multa, pura y dura, que a la real concienciación
de los dueños y dueñas de mascotas. 23 agentes de la patrulla verde y la
policía municipal iniciarán el lunes 12 de mayo una campaña con el objetivo de
hacer cumplir la ordenanza municipal de tenencia de animales domésticos. Esto
es, que los perros no defequen en la calle y que si lo hacen sus deposiciones
sean recogidas y aseadas por sus dueños. Pero no solo. También hace referencia
esa ordenanza a la presencia de correa y bozal en sus paseos urbanos. Diré, a
riesgo de echarme encima a un par de amigas, que me parecen correctas estas
disposiciones sancionadoras. Las personas que no tenemos animales, que poseemos
un temor, quizá irracional, a su presencia impuesta en nuestras vidas por
algunos dueños, que hemos decidido de manera voluntaria no tener mascotas a
nuestro alrededor, podemos estar de acuerdo con estas sanciones y campañas.
Seguro que los dueños y dueñas de mascotas de asentadero cívico también.
Pero la pregunta es ¿deberíamos todos los ciudadanos y
ciudadanas pagar con nuestros impuestos los extras que suponen estas campañas?
Bueno, no tengo respuesta clara, me asaltan muchas dudas.
Pero sí tengo una respuesta rotundamente afirmativa a esta otra
pregunta: ¿Debería formar parte esta materia del corpus de civismo de una
sociedad? ¿Deberíamos de llegar al extremo de vernos obligados a multar a los
que no cumplen la normativa al respecto? ¿No debería ser un comportamiento
automático en los dueños y dueñas de mascotas recoger sus defecaciones?
Debería. Pero no lo es. Así que se aplicará el fatídico
refrán de "la letra con sangre entra".
Me alegraré por ver las calles más limpias.
Pero otro año más me enfureceré con una sociedad que resulta
incapaz de cuidarse a sí misma.
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