Se agitaba la marea, encabritada, como renegando de su
regreso, sin excesiva nostalgia de los veraneantes, abrazando a los
costasoleños que apuran el verano largo en las tardes de septiembre.
Se mecía el sol entre las sombras largas, proyectadas en la
arena como un recuerdo, un velo melancólico de días más tórridos. Los pies
enterrados en la arena cálida, los sonidos amortiguados de los niños que
juegan, la espuma rompiente de las olas, un velero recortado sobre el
horizonte, el perfume de las brasas previstas para los espetos, Daniela
construyendo montañas efímeras, Antonia emulando a las sirenas de agua salada.
Septiembre es el mejor mes para disfrutar de la Costa el
Sol. El calor que ya no abrasa, pero desentumece los músculos agarrotados, la
temperatura fresca, revitalizante, del agua y la marea, los servicios casi al
100%, sin caer aún en el letargo somnoliento del invierno, visitantes de otoño,
que pierden la categoría de veraneantes para transformarse en otra cosa, más
cercana, más próxima, más leal, más fiel, quizá.
En este mes de septiembre conviven sin estrecheces el
desparpajo vigorizante del verano con Mayúsculas, y el despertar de la vida
ordinaria con minúsculas. Una marisma de equívocos que hace de este periodo la
natural concomitancia entre el bikini y la rebequita, entre el solaz y la tarea
cotidiana, entre los últimos espetos y los primeros pucheros.
A los tendentes a la melancolía, como es el caso, nos gustan
los septiembres, como una promesa de un tiempo alejado de la algarabía,
encaminado al recogimiento, más fresco y menos tendente a los fuegos
artificiales. Quizá mi condición de norteño en el sur tenga algo que ver con
esta necesidad de un tiempo menos luminoso.
Pero septiembre es distinto. Es una tregua para todos. Un
reposo con sabor a verano. Un verano con sabor a otoño. Un otoño aún velado en
el horizonte.
Siento la calidez de la arena en los pies enterrados. Surge
Antonia del agua y se abraza a la toalla de colores. Daniela juega a dragones
con su castillo de arena. Se levanta algo de brisa, se me eriza la piel. Y
sonrío.
Septiembre es mi temporada alta en la Costa del Sol.
Música: "Mediterráneo" de Serrat
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