viernes, 10 de octubre de 2014

Los premiados



Una sociedad mediocre termina premiando al mediocre.

Una sociedad injusta acaba premiando la injusticia.

Una sociedad colmada de clientelismos termina premiando la ilegalidad.

Una sociedad corrupta acaba premiando la corrupción.

Una sociedad cainita y envidiosa acaba haciendo rey al tuerto.

Luego el ciudadano sobresaliente, justo, legal e incorruptible termina o emigrando o reconducido por los jetas y los sátrapas a un reducto gris, oscuro donde su voz quede amurallada, presa de su propia ética y de su correcta conducta moral.

Los mediocres siempre necesitan rodearse de mediocres, de injustos, de ilegales, de corruptos, de cainitas para que sus decisiones jamás sean contestadas. ni rebatidas.

Es en las crisis y en los periodos electorales cuando esta conducta humana sale a flote sin rubor.

La gestión de la crisis del ébola ha sido un ejemplo de cómo una administración mediocre ha puesto en modo pánico a miles de ciudadanos por su estulticia y la nefasta gestión de un hecho gravísimo.

La futura legalización de casi 3.000 viviendas construidas sobre terreno no urbanizable en la provincia de Málaga es un ejemplo de clientelismo. ¿Y ahora qué? Nada, sólo hay otras 50.000 viviendas ilegales esperando. El ciudadano que no construyó en su parcela apelando al estricto cumplimiento de la legalidad se queda ahora en ese estado de descreimiento, resignación, de cabreo perpetuo que le llevará  a ese reducto gris, encerrado en sí mismo con su ética y su moral. Premiados, de nuevo, los ilegales.

Los frutos de la corrupción de Marbella tienen su mayor y mejor ejemplo en Banana Beach, que ya en el año 2006 el Tribunal Supremo declaró ilegal y con ello abrió las puertas a su derribo. Ahí está. Intacto. Marbella, una ciudad que apelando a la política de hechos consumados  no ha movido ni un ladrillo producto de la corrupción.

Pero al final, los ciudadanos perplejos son pocos. Las mayorías absolutas irrenunciables las conceden esas sociedades mediocres, injustas, corruptas, cainitas como en la que vivimos.

No culpabilicemos a los otros, porque los responsables somos nosotros...

O si no... ¿Qué habríamos hecho con una tarjeta opaca de Cajamadrid en nuestras manos? 


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