Una sociedad mediocre termina premiando al mediocre.
Una sociedad injusta acaba premiando la injusticia.
Una sociedad colmada de clientelismos termina premiando la
ilegalidad.
Una sociedad corrupta acaba premiando la corrupción.
Una sociedad cainita y envidiosa acaba haciendo rey al
tuerto.
Luego el ciudadano sobresaliente, justo, legal e
incorruptible termina o emigrando o reconducido por los jetas y los sátrapas a
un reducto gris, oscuro donde su voz quede amurallada, presa de su propia ética
y de su correcta conducta moral.
Los mediocres siempre necesitan rodearse de mediocres, de
injustos, de ilegales, de corruptos, de cainitas para que sus decisiones jamás
sean contestadas. ni rebatidas.
Es en las crisis y en los periodos electorales cuando esta
conducta humana sale a flote sin rubor.
La gestión de la crisis del ébola ha sido un ejemplo de cómo
una administración mediocre ha puesto en modo pánico a miles de ciudadanos por
su estulticia y la nefasta gestión de un hecho gravísimo.
La futura legalización de casi 3.000 viviendas construidas
sobre terreno no urbanizable en la provincia de Málaga es un ejemplo de
clientelismo. ¿Y ahora qué? Nada, sólo hay otras 50.000 viviendas ilegales
esperando. El ciudadano que no construyó en su parcela apelando al estricto
cumplimiento de la legalidad se queda ahora en ese estado de descreimiento,
resignación, de cabreo perpetuo que le llevará
a ese reducto gris, encerrado en sí mismo con su ética y su moral.
Premiados, de nuevo, los ilegales.
Los frutos de la corrupción de Marbella tienen su mayor y
mejor ejemplo en Banana Beach, que ya en el año 2006 el Tribunal Supremo
declaró ilegal y con ello abrió las puertas a su derribo. Ahí está. Intacto.
Marbella, una ciudad que apelando a la política de hechos consumados no ha movido ni un ladrillo producto de la
corrupción.
Pero al final, los ciudadanos perplejos son pocos. Las
mayorías absolutas irrenunciables las conceden esas sociedades mediocres,
injustas, corruptas, cainitas como en la que vivimos.
No culpabilicemos a los otros, porque los responsables somos
nosotros...
O si no... ¿Qué habríamos hecho con una tarjeta opaca de
Cajamadrid en nuestras manos?
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