Todo ha transcurrido tras un impás. Como si la sociedad, los
políticos, la vida, tomaran aire, inspiraran profundamente durante el verano
para exhalar y echarse a la carrera en el otoño. Hiperventilando.
Todo parece urgente. Los periodos de adaptación en los
colegios, la presentación de nuevos programas de empleo, estabilidad económica,
inversiones varias, inscribirse en el curso de inglés y de ruso, por los tiempo
que vienen, apuntarse por décima vez en bailes de salón, por supuesto,
continuar con la dieta y el gimnasio.
Las nuevas intenciones de Año Nuevo están sobrevaloradas.
Las cartas están echadas desde el otoño. Cartas marcadas que incumpliremos de
manera sistemática.
Los ciudadanos y ciudadanas incumplirán en sus cosas
cotidianas. Y las intenciones quedarán
arrasadas por la vida, que siempre lleva delantera.
Los políticos incumplirán en sus promesas de hoy apelando a
las realidades de mañana.
Mientras tanto, unos y otros, nos dejamos arrastrar por la
deriva, por esa marea que nos trae y que nos lleva y que intentamos embridar
sin éxito y con deseos y promesas que jamás llevaremos a término.
La ciudadanía y los políticos nos embarcamos en una carrera
de urgencias para intentar tomar el timón de nuestro destino. Sólo basta con
leer la prensa de hoy, de ayer, de mañana. Proyectos, inversiones, dineros,
cursos, becas, academias, extraescolares...
Pero como decía Fito Cabrales en aquella canción "no
siempre lo urgente es lo importante" y el impulso de esta inspiración que
capturamos en verano se irá deshinchando y en noviembre dejaremos de hacer la
colección del kiosko, iremos una vez a la semana al gimnasios, si vamos,
pecaremos en la gula y los políticos reposaran sus inversiones para la
primavera, otra de esas cimas de buenos propósitos a incumplir.
Mientras tanto, los amantes de este tiempo otoñal nos
dejamos llevar y en lugar de imponer nuestras agenda, nos subimos a la barca,
para dejar que la marea nos lleve donde la marea desee.
Música: "A la luna se le ve el ombligo" de Fito y Fitipaldis
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