viernes, 21 de noviembre de 2014

Estrella en femenino



Sin duda, la tortilla de patatas de mi amama Nieves era, y sigue siendo en la memoria, la mejor tortilla de patata del mundo. Es un hecho. Nuestras abuelas poseen en sus manos el sabor de nuestra memoria, el perfume de las comidas de antaño, las texturas de la tradición. Esas esencias culinarias traspasadas de una generación a otra con la naturalidad de lo todo sabido.

Recetas centenarias, milenarias, que apenas han variado en sus condimentos, en su elementos primarios esenciales y que se han repetido en todos los hogares desde allende los tiempos hasta nuestros días.

Las albóndigas de la abuela, el arroz de la madre, las croquetas de la tía, los calamares de mi suegra… Siempre asociados esos manjares a las manos femeninas, que eran las que históricamente han trajinado entre los fogones con el acierto de alimentar a la prole en la escasez, o con la exquisitez en la abundancia.  

Esos platos de tradición que el tiempo arrebata de los menús familiares y los sustituye por las fritangas, el fast food casero, el desconocimiento, la falta de tiempo, el olvido o el desinterés.

Por eso, cuando Daniela asoma su nariz de apenas tres años a los fogones, la ayudo a que me ayude, batimos huevos, enharinamos… esas pequeñas tareas. Me gustaría que ella también formara parte de una memoria culinaria que en mi tradición norteña habla de marmitakos y salsas verdes, alubias rojas con sacramentos, bacalao al pil pil, sukalki

Se celebró ayer en Marbella uno de los acontecimientos culinarios/gastronómicos/culturales/sociales más importantes del mundo de la restauración, la presentación de la Guía Michelin. Allí de habla de cocina cuasiatómica, de revoluciones y de futuro, de tecnología y de salud, de innovación. 

Me gustaría tener la posibilidad de preguntar a todas esas estrellas michelin qué plato de su madre, de su abuela tienen en su memoria y hacer una carta con ellos. Sería fabulosa, sin duda. Un catálogo excepcional.  Y digo su madre o su abuela porque estoy convencido de que en los fogones de los estrellados la cocina aún tienen memoria, memoria femenina. 

Sea este un reconocimiento a todas ellas, madres y abuelas, que la sociedad y la historia empujaba a los fogones apartándolas de otros menesteres y a las que nunca se dio ninguna estrella por ello.

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