viernes, 6 de marzo de 2015

HOMENAJE EN FEMENINO



Era una mujer callada. Vivió en sus carnes la guerra civil y sufrió la pobreza de su familia hasta el punto de ser trasladada a un hospicio durante los años más duros. Contaba cómo sonaban las sirenas durante  los bombardeos y sus carreras a los refugios antiaéreos donde pasaban las horas muertas aprendiendo a hacer punto. Siempre como si se tratara de una aventura.

Se casó con un navarro recio que la quiso. Y mientras crió a una familia de esas de las de antes, en las que suegros, abuelas, hijos mellizos, hija, cuñados y esposo vivían bajo el mismo techo. No existían las lavadoras y la chapa de hierro era aún de uso corriente, ni siquiera había neveras. Y en estas condiciones habituales en los últimos años cuarenta y surrealistas en la sociedad moderna del año 2015 sacó adelante sin una leve queja a dos médicos y una pedagoga.

En las comidas familiares, cuando nueras y yernos y nietos y nietas se sumaron a la prole, ella siempre se mantenía en segundo plano. Se reía por lo bajo y le gustaba tomar café en vaso de cristal. Hizo que su nieto perdiera el miedo al agua en el mar Cantábrico y le enseñó a jugar a la brisca. También fue a buscarle a la guardería en innumerables ocasiones y pasaron las horas muertas de las tardes charlando, leyendo, viendo la tele. 

Se llamaba Nieves y en los últimos años, cuando el Alzheimer se llevó su memoria, su pasado y los rostros familiares tan queridos su nieto la llamaba cariñosamente Edurne.

Estuvo a la sombra de un hombre único, extraordinario, y como pasó con tantas otras eso apagó en cierta medida su brillo especial, quizá escondió un tanto la complicidad que tenía con todos y cada uno, su lucha en la batalla diaria.

Hoy me acuerdo de ella como si fuera ayer. Su mano con la mía, su rostro cuando venía a buscarme a la guardería, las sopas de letras que le gustaba hacer, su protección en las noches de mis miedos.
Nieves, mi amama, mi abuela, Edurne fue una mujer valiente, trabajadora, luchadora infatigable, cariñosa, familiar, siempre cómplice. 

Sirva este recuerdo personal como homenaje a todas las mujeres que me han acompañado y me acompañan en la vida. Mis amigas, mis compañeras de trabajo, mis chicas de la familia, mi madre, mi mujer, mi hija. 

Sea este el homenaje del día a día, el homenaje de lo cotidiano, donde la igualdad, más que un derecho debe ser una realidad. 

1 comentario:

Francisco Espada dijo...

Felicidades por los sentimientos y por saber expresarlos con la mayor normalidad.
Un abrazo.